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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Crisis internacional, solución política

16 de febrero de 2015 - 00:00

El economicismo neoliberal no ha quedado desperdigado por el mundo, por el contrario se ha actualizado e innovado. Primero ha desarrollado una fuerte matriz de opinión centrado en advertencias continuas, constantes de que en tiempos de auge económico es necesario ahorrar, gastar menos, invertir con tino, provocando la sensación social de que es mejor no hacer nada o hacer poco y guardar mucho para los tiempos en que el auge termine. Cuando llegan las crisis provocadas por el dominio del capital financiero especulativo global, es la misma ortodoxia la que ahora exige más prudencia, contraer el gasto social y parar casi todo tipo de inversiones y que lo guardado sirva para cumplir con los compromisos con ese mismo capitalismo especulativo.

En cualquiera de esos dos momentos, la ortodoxia economicista responsabiliza al individuo y al Estado por las fallas en el mercado. Considera que el uno como el otro son variables que deben estar en función de aquel y cualquier distorsión, es producto del mal comportamiento político, es decir, que el mercado es considerado como una especie de organismo natural que es lo que es por su estructura y si falla en ese cometido es por un entorno político distorsionado que no lo deja desarrollarse como corresponde. Esa correspondencia es un misterio per se ya que está fundamentada en un complejo sistema ideológico de valores morales y éticos donde el imperativo categórico de la rentabilidad, el capital, es superior a cualquier valor social humano.

La idea misma de crisis es manejada mediáticamente como el miedo natural al futuro. La crisis aparece como un efecto de lo que las personas o los gobiernos hacen contra la naturaleza del capital. Es como una forma de castigo sistémico contra aquellos que no se doblegan o no son fieles a los principios morales del capitalismo. Con las crisis se quiere aleccionar a grandes regiones del mundo de que el libre albedrío político atenta al desarrollo del libre mercado. Por eso las respuestas a la crisis no pueden estar centradas en medidas económicas sino en medidas políticas.

La política humaniza las relaciones de poder y desenmascara la falacia del capitalismo naturalista. En tiempos de crisis es cuando más la política nos debe acompañar en la toma de decisiones para impulsar agresivamente lo pragmático de la integración estructural con otros países. Debemos seguir invirtiendo y el Estado debe tener mayor presencia para no permitir el retroceso en los derechos sociales. Pero también se requiere mayor organización social y política para que su presión no permita que los gobiernos tiemblen frente a las presiones de la entrada o salida de los capitales.

Si no queremos estar a merced de las crisis necesitamos avanzar en el cambio de las estructuras productivas regionales y para lograrlo necesitamos invertir en innovación tecnológica continua teniendo como centro el ser humano. No podemos caer en la trampa metafórica de las vacas gordas y las vacas flacas. No vivimos bajo un determinismo bíblico. Necesitamos invocar la razón social para enfrentar la locura de la vigilancia y el castigo neoliberal.

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