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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

A estas alturas de su vida, Manuel Calisto

28 de julio de 2014 - 00:00

La magia del cine nos pudo dar un privilegio especial, volver a ver a Manuel Calisto en un trabajo cinematográfico inédito, su último proyecto de vida. El actor ecuatoriano, lamentablemente, falleció. Un crimen inconcebible que, según declaraciones de su hermano a la prensa, se mantiene impune.

La cinta dirigida por Álex Cisneros y Manuel Calisto, realizada antes de la muerte del primero, no tiene desperdicio. Nos muestra, a través de un penetrante y patético blanco y negro, el vacío y el absurdo de la cotidianidad urbana, y como telón de fondo la ciudad de Quito. Relata la vida de dos amigos con personalidades contrastantes: uno representado precisamente por Calisto, un burócrata relativamente acomodado al establishment, luego de su derrota en alcanzar algunos de sus verdaderos sueños; el otro interpretado por Cisneros, un mujeriego y realista cínico con cualidades matemáticas especiales. Ambos amigos, enredados en el absurdo, enfrentan con humor negro la vida cotidiana. El personaje femenino, interpretado por la actriz Sonia Valdez, muestra a la mujer ‘cazadora’ y sin escrúpulos, en busca de la primera oportunidad para atrapar a su presa.

La cinta, realmente titulada A estas alturas de la vida, reproduce algunas técnicas cinematográficas al estilo Hitchcock, como el voyeurismo de la ventana indiscreta, esta vez desde un telescopio instalado en una ventosa terraza quiteña bajo el ruido recurrente de los aviones que transitaban aún por la urbe. Esta dificultad en la filmación fue aprovechada y dio lugar a un ingenioso recurso cinematográfico, que además nos deja un testimonio de los ruidos y silencios de la capital.

El cierre de la película se lo hace a través de una dura pero lúcida declaración de principios de uno de los personajes. Este fragmento del guión, elaborado por el cineasta de origen cuencano Cisneros, constituye una verdadera oda a la insoportable convivencia humana e inmediatamente me conectó con la premisa de Sartre acerca de la intersubjetividad: ‘El infierno son los otros’.

Manuel Calisto, sin duda, ‘a estas alturas de su vida’, nos habría dado mucho más. La violencia de una sociedad que él mismo denunció en sus filmes, nos privó de este privilegio. No obstante, gracias a la entereza de sus amigos, hemos podido recuperar a este actor ecuatoriano y este magnífico trabajo colectivo.

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