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El Telégrafo
Pablo Salgado Jácome

¿Y la cultura en la campaña electoral?

23 de diciembre de 2016 - 00:00

Tiempos de campaña; tiempos de promesas y ofrecimientos. Tiempos de sonrisas y de abrazos; falsos y mentirosos. Tiempos de campaña, tiempos de demagogia. Se trata de vender sueños e ilusiones. Todo, por un voto.

Esta campaña electoral está marcada por una oposición -diversa y fragmentada- que tiene un solo objetivo: atacar al Gobierno; todos contra Correa. Y un candidato oficial que, por el contrario, ha proclamado que no confrontará y que, más bien,  tenderá las manos para escuchar y dialogar. En tiempos de campaña, nada debe sorprendernos.

Podemos escuchar la promesa más descabellada, como instaurar la pena de muerte; o la más insensata, como eliminar los impuestos. Sin embargo, siempre hay un tema que poco importa: la cultura. Ningún candidato tiene el tema de cultura entre sus prioridades de campaña y, por tanto, de gobierno. Y lamentablemente, lo mismo sucede con los medios de comunicación. Preguntan de todo; de economía, de justicia, de seguridad social, de la obra pública, de deporte; menos de cultura.

El candidato Guillermo Lasso, ante la protesta de un grupo de músicos miembros de la Sociedad de Autores y Compositores de Ecuador (Sayce), por el veto presidencial al artículo 573 del Código Ingenius, ofreció cero impuestos para los espectáculos públicos y crear una ‘zona franca’ para la cultura. Demagogia pura y dura. Los músicos merecen ser escuchados y merecen una solución, pero sin demagogia. La cultura y determinados temas específicos, como por ejemplo el fomento del libro y la lectura, debería ser una prioridad para todos los candidatos. Y deberían asumir un compromiso con el país para, en caso de ser gobierno, ejecutar una campaña de lectura; una gran cruzada nacional para convertir a Ecuador en un país de lectores.

Una campaña estructurada con la participación de todos; no solo de los actores vinculados con el tema del libro. Para ello es necesario construir un programa nacional de lectura, de modo participativo, amplio y plural. Un programa construido, no en los escritorios de un ministerio ni en las oficinas de los famosos ‘consultores’. Un programa de consensos, no de imposiciones. Un programa elaborado, no con las prisas de última hora, sino con la sabiduría de todos quienes -desde distintas miradas y experiencias- pueden aportar, pero sin  los ruidos de la coyuntura electoral. Un programa que permita incluso deponer posturas políticas partidistas en bien de un Ecuador de lectores. Los candidatos para la Presidencia de la República deberían, al menos, leer la nueva Ley Orgánica de Cultura que precisamente en estos días será expedida, ya que ahí está la nueva estructura de la institucionalidad cultural, y con ella deberán operar y, sobre todo, delinear, al fin, las políticas públicas para la cultura.

En tiempos de campaña, los ciudadanos debemos también exigir a los candidatos que, de modo serio y argumentado, presenten sus planes de gobierno para fomentar la cultura y preservar nuestros patrimonios. Todo es posible en tiempos de campaña electoral. No importa mentir y ofrecer lo que no se va a cumplir. No importa recurrir al engaño. Solo importa seducir. Lo sucedido con los Mauricios -Rodas y Macri- debe ser un ejemplo muy ilustrativo. No les importó prometer, y jurar, sabiendo que, ya en el ejercicio de gobierno, iban a hacer exactamente lo contrario. Quito está a la deriva con una de las peores administraciones de su historia; apenas intentando caminar “a la buena de Dios”, como dicen las abuelas.

Exijamos a los candidatos seriedad y verdad. Que no nos mientan. Y, sobre todo, no permitamos que nos engañen. (O)

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