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El Telégrafo
Gustavo Pérez Ramírez

Retos de la nueva cosmología a la teología, conclusión

24 de mayo de 2016 - 00:00

Creernos “desterrados en este valle de lágrimas”, como en patria extraña, ansiando siempre liberarnos de las ataduras de este mundo para llegar un día a nuestro destino celestial, como  si no fuéramos “hijos de la tierra” sino caídos accidentalmente en este mundo, es un error  sobre el mundo que repercute sobre Dios, como lo expresa el padre Vigil, porque implica su llamado a la renuncia respecto a todo lo material, al desprecio del mundo, a una espiritualización entendida como huida de la materia, del mundo, de la carne, de las preocupaciones materiales. Ver http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/retos-de-la-nueva-cosmologia-a-la-teologia-i.

Para Vigil, “una espiritualidad y una teología a la altura de estos tiempos deben romper con ese error sobre el mundo y sobre Dios, para elaborar una nueva visión, y abrirse a una experiencia espiritual reconciliada con la Tierra y con el mundo. La Tierra es nuestro hábitat. Podemos aceptar con gozo esta buena noticia de la ciencia, que nos libra de viejos errores. La espiritualidad debe estar reconciliada  con la Tierra, con  la materia, con el cuerpo, “oiko-centrada”, liberada de errores sobre el mundo y sobre Dios”.

Finalmente, el espejismo de la unicidad del mundo  es otro  error. La nueva cosmología, que se origina con la teoría del Big Bang,  confirma que nuestra Tierra, la Pachamama, no es sino un planeta más del sistema solar, y el Sol no es más que una de tantos millones de millones de estrellas. El universo quizá no es tal; hace tiempo que hay científicos que intuyen que tal vez sea un multiverso.

Podemos aceptar con gozo, como lo destaca Vigil, la buena noticia de la ciencia: surgimos de la Tierra, lo que nos libra de viejos errores. “No hemos sido puestos aquí por alguien desde fuera, como si fuéramos extraterrestres, sino que hemos nacido en este hogar, estamos en nuestro propio nido y este es nuestro hábitat natural”.

Asimismo, Vigil llama la atención sobre que los humanos, en la mayor parte de nuestras culturas y religiones, hemos pensado no solo que éramos el centro, sino que éramos únicos. Por suponer que había otros mundos, y tal vez otros universos, la Congregación para la Doctrina de la Fe (entonces llamada Sagrada Inquisición) quemó vivo a Giordano Bruno, en la Piazza dei Fiori de Roma, y arrojó sus cenizas al Tíber. La unicidad del mundo, del ser humano, de ese plan de Dios que nos creó y nos redimió, fue un supuesto básico, aparentemente evidente, e impuesto a sangre y fuego.

“Aun antes de tener las pruebas en la mano, la ciencia está convencida de que este planeta nuestro no es el plan de Dios concreto que siempre estuvimos pensando que era”. Eso ha sido uno de los errores sobre Dios, basado en el error sobre el mundo del que fuimos víctimas.

Todo lo anterior lleva al padre José María Vigil a concluir que una teología responsable debe reelaborarse teniendo en cuenta los descubrimientos de la ciencia y, por lo tanto, desde un punto de vista más amplio, no tanto universal cuanto ‘multiversal’, desprendida de creencias provincianas sobre lo que ha acontecido en este planeta. (O)

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