América Latina enfrentó hace aproximadamente dos décadas, una transformación ideológica importante, pasó del dominio de los procesos neoliberales a la llegada y consolidación de gobiernos progresistas, que lograron dominar la región con un discurso populista y defendiendo una pseudoideología basada en principios socialistas, a la que denominaron Socialismo del Siglo XXI.
Todos ellos venían con la sana intención de rescatar las deterioradas democracias que el neoliberalismo tenía secuestradas a través del dominio del capital, pero además buscaban grandes reformas institucionales y la defensa de los principios democráticos. Continuaron esta senda, hasta que se acercó el momento de poner en práctica algunos de estos principios, pero la realidad fue otra muy distinta, con el pasar de los años los principios democráticos, lejos de ser respetados, se violentaban en uno y otro ámbito.
Llegado el momento de la reelección, la mayoría de estos líderes comenzaron a cambiar su discurso, y desde la demagogia política empezaron a convencer a gran parte de su electorado que lo mejor era consolidarse en el poder, “por los siglos de los siglos”. Al final el discurso democrático quedó solo en palabras, la democracia la reducían y defendían con el simple gesto de asistir a las urnas.
Hoy Ecuador enfrenta una gran oportunidad, recuperar alguno de esos principios democráticos; eliminar, a través de la consulta popular, la opción de una reelección indefinida.
Esto forma parte de la necesidad de recobrar uno de nuestros valores expresados en la Constitución de Montecristi. Debemos hacer un ejercicio responsable de nuestro derecho al voto, no se trata de consolidar al gobierno de Lenín, o de frenar las ínfulas caudillistas del expresidente Correa, es algo mucho más serio e importante. Recobrar uno de los principios democráticos que limita y frena el poder de un solo mandatario, que niega el caudillismo, que va contra la concentración de poder. El día 4 de febrero decidiremos si queremos apostar por una verdadera democracia. (O)
