Empecemos hablando de las empresas petroleras, productoras de gas y mineras; bueno, no hay novedad hablar de corrupción en ese sector industrial que ha provocado guerras y matanzas por mantener su hegemonía. Y precisamente por eso, para qué enfocarse en esa área tan sensitiva, si ya se conoce que no son muy éticos que digamos. La realidad es que en 2011 los ingresos por producción y exportación de recursos naturales de estos sectores en países de Asia, África y Latinoamérica superaron en una relación de 19 a 1 los flujos de ayuda internacional que recibieron dichas naciones.
Eso es un montón de escuelas, colegios, hospitales y ayuda a pequeños emprendimientos que nunca llegaron a materializarse, simplemente porque la mayor parte de ese dinero ha sido robado. ¿Cómo puede ser posible que esto suceda? Pues cuando hablamos de corrupción, pensamos en algún típico megalómano dirigente de un país del Asia menor, rico en gas natural, que erigía monumentos con su figura cubiertos en oro y aun cambiaba por decreto el nombre de los meses, usando los nombres de él y de su familia. ¡Qué barbaridad! Pero no se queda atrás pensar en el hijo del presidente vitalicio de un país africano que ha exportado billones de dólares de petróleo desde los 90, en el cual su gente vive en absoluta pobreza a pesar de que tienen un PIB per cápita similar al de Portugal. Pues este chico con un sueldo nominal de $ 7.000 mensuales se compra mansiones de $ 30 millones en California, una colección de arte avaluada en 18 millones de euros que perteneció a Ives Saint Laurent, autos deportivos de $ 1 millón cada uno y un avión privado.
Pues es fácil pensar que la corrupción ocurre en algún lugar lejano y es realizada por un grupo de dirigentes déspotas, malintencionados y codiciosos que pertenecen a países de los cuales hemos oído hablar muy poco y con los que no estamos vinculados de ninguna manera, por lo tanto, no nos afecta que esto suceda. Pero la realidad es que hay una masiva red de corrupción a escala mundial en la cual han desaparecido miles de millones de dólares de producción petrolera. Y lo que hace posible que esta red corrupta exista no es solo la codicia, o el uso indebido del poder o lo ineficaces que pueden ser los débiles gobiernos ‘democráticos’. Sí, es todo esto, pero fundamentalmente se debe a que existen facilitadores globales.
No hay duda de que la honorable y legítima banca mundial acepta dinero sucio y de gente corrupta; y de hecho, no lo hacen a nombre de estos controversiales personajes, sino que usan empresas fantasmas en paraísos fiscales. Y al final aparecen reconocidas corporaciones mundiales que se benefician de estos intrincados vericuetos de negocios corruptos. Parece que los políticos a nivel mundial han fallado en validar su retórica y hacer algo que tenga sentido y sea sistémico para detener este bizarro proceso. Y Odebrecht no es la excepción; recientemente una investigación del Banco Mundial evaluó 200 casos de corrupción en los cuales el 70% usó empresas fantasmas en negocios sucios de $ 56.000 millones. Y todas estas empresas fantasmas estaban en territorios de las grandes potencias mundiales.
Es por esto por lo que algunos piensan que la corrupción es inevitable, que esa es la manera cómo se realizan los negocios, que es demasiado complejo y difícil de cambiar, por lo cual no tenemos más que aceptarlo. Pero mi experiencia como empresario, académico y antiguo conocedor del sector petrolero me permite percibir que hay cambios hacia un estándar de transparencia de este sector petrolero y minero (y es por eso por lo que se vuelve tan evidente lo de Odebrecht). Gracias a iniciativas públicas y privadas, dos terceras partes de la producción petrolera mundial ya está cubierta por leyes de transparencia. Pero al final no se trata de la corrupción por sí misma, sino que la corrupción es un negocio mundial que necesita de soluciones globales. (O)
