Solo dos veces pude cruzar hacia la isla Santay, ese inescrutable pedazo de tierra, verde, manglar, que permaneció ahí inédito para la mayoría de guayaquileños, hasta que la Revolución Ciudadana construyó unos puentes senderos solo para  peatones y ciclistas e incorporó centenas de hectáreas en beneficio de una ciudad muy gris.

En otras épocas, con los socialcristianos como mandamases absolutos, la isla fue vista como destino de una inversión que le dé a Guayaquil un destellante parque de diversiones.

Un Disney criollo sin los alcances de Los Ángeles, París o Florida, pero la visión esperpéntica de las copias no ha asustado a esa ‘criollada’ que ha tenido en Miami la ciudad-modelo.

El buque Patricia fue captado a la deriva hasta que chocó con una parte del puente; se llevó un tramo, con lo que ha echado a perder la comunicación de las ciudades, Guayaquil y Durán, con la isla y los moradores de la ecoaldea que dejaron la cosecha de conchas y se animaron a vivir del turismo; hoy están parcialmente aislados y seguramente les rodea una cierta angustia.

Mientras veía cómo el puente quedaba roto, y en medio de una gran pena, no pude dejar de hacer asociaciones simbólicas: no hay otra orilla que pisar y deberé aceptar que mi movilidad ha quedado restringida a este lado del Guayas; una nave sin control, despidiendo un agobiante y oscuro humo, arremete contra una ilusión y nos devuelve al pasado, la isla ha quedado otra vez allá, distante a pesar de su cercanía; me pareció que el golpe estaba cargado de rencor, lució como deliberado, como arremetiendo contra más de una década. “Ya se acabó, dejen de soñar, vamos a hacer añicos ese pasado”.

¿Estaba al comando de la nave un político? Me pareció una pregunta lógica después de todo el desastre.

¿Ese político a qué partido está afiliado? Sería bueno saberlo para poder resistir al retroceso.

¿Será que ese puente deberá permanecer fracturado? Quizá los ingenieros expertos en demoliciones lo quieran dejar así, para que nuestras miradas estén cargadas de tristeza y desmoralización.

Los accidentes pasan, es pan de nuestra limitada sabiduría, pero ya salieron voces a decirnos que no hubo todos los estudios en la construcción de los puentes.

Otra vez los medios harán su trabajo y nos dejarán el mensaje: el cambio es inútil porfía. Lo de la Santay, dirán, también fue corrupción: el tema que se ha tragado a la política. (O)