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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

Maradona sin balón

16 de agosto de 2017 - 00:00

En la cancha, Pelé fue la perfección en estado puro y Maradona la genialidad futbolera de barrio adentro. Un malandro con más de héroe que de lumpen. Maradona le tiró algunas verbas truckers a Pelé, él a esos atropellos apenas si contestaba, prefería responder con las memorias míticas del engramado.

Esta es una pregunta ruin: ¿cuál es mejor, Pelé o Maradona? En junio de 2016, ambos dijeron: “No más peleas”. Hace más de 30 años: “Pelé hubo uno solo. Los demás venimos en segunda línea” (1986, un mes antes del Mundial de México), tomado de La Nación digital del 30 de octubre de 2013. La bronca es el combustible de Maradona y allá va, no afloja el cimarronismo crudo y directo.

Es el argentino cabecita negra, primo hermano de catangas y con cables ‘pelaos’ para ejercitar de dios de las pequeñas cosas y del irrespeto a ciertos poderes; es el que después de disfrutar de los Olimpos se mea sin pudor en sus jardines más queridos.

A los reclamos se defiende: “Cometí un error de un metro, no me pueden dar una culpa de 30.000 kilómetros”. Un cimarrón nativo de Villa Fiorito.

Esté donde esté, necesita de los oídos populares, no aprecia jugar dentro de un cementerio y volvió: cuando el presidente Nicolás Maduro lo demande, estará “vestido de soldado para una Venezuela libre, para pelear contra el imperialismo y los que se quieren apoderar de nuestras banderas…”. Ese es él. O como dice René Pérez: “conmigo vienen los de atrás”. Habló Villa Fiorito, la Favela o la Trinitaria; la pedrada zurda del héroe malandro de las barriadas de las Américas.

Escándalo perfumado con fragancias que afectan al PIB de país empobrecido. Un gol con la otra mano de Dios: Maradona, el izquierdista de la riqueza, no debe ser chavista, fidelista o qué sé yo. Miserable lógica: Warren Buffett es un bastardo por exigir que les cobren más impuestos a los de su clase plutocrática. Continúen la idea y lleguen a Ecuador: mientras más chic es el barrio, más chiros se declaran sus habitantes.

A Maradona, hasta este miércoles, ya le habrán tirado la cordillera.

Ahí se juntan en abigarrada cofradía: hipócritas doble ancho, conservadores que tienen esqueletos embodegados, derechosos amargados e izquierdistas ídem. Se equivocan, los héroes de allá abajo no reclaman ser ejemplo de nada, solo se hacen bichos imprescindibles de las contranarrativas. Esos Maradonas sin balón bembetean rabias que el político, mujer u hombre, esquivan por no enraizar compromisos con la palabra suelta.

La palabra suelta no mezquina la verdad. Los rabiosos críticos de Maradona tienen razón: es la riqueza. La riqueza petrolera, minera, vegetal y de agua dulce de la República Bolivariana de Venezuela.

Por eso no se crean el tocuen de la ‘dictadura’ y del ‘hambre’ de ese otro periodismo canalla (unos lo somos, pero en versión jazzística). Tampoco crean en gran parte de esa oposición (claro, está la respetable), que es capaz hasta de tomarse la leche del gato y asesinar al felino. (O)

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