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El Telégrafo
Juan J. Paz y Miño C.

La independencia en la memoria histórica

01 de agosto de 2016 - 00:00

En agosto llegan dos fechas de enorme significación para la historia de Ecuador y de América Latina. En orden cronológico, la primera recuerda al 10 de agosto de 1809, cuando se instaló en Quito la Junta Suprema, que desconoció a la autoridad del presidente de la Audiencia, el Conde Ruiz de Castilla y que se erigió en el primer gobierno criollo del país. La segunda es el 2 de agosto de 1810, es decir un año más tarde, cuando la mayoría de los próceres y patriotas que habían logrado la instalación de aquella Junta, así como centenares de habitantes de la ciudad de Quito, fueron masacrados.

Ambas fechas forman parte de la Revolución de Quito, ocurrida entre 1808 y 1812, que fue la que inició el largo proceso de la independencia contra el coloniaje español, que solo terminó el 24 de mayo de 1822 con la batalla del Pichincha.

El proceso independentista inaugurado por la Revolución de Quito formó parte del mismo proceso que estalló en otras ciudades y regiones de la Hispanoamérica de la época, un acontecimiento que tiene significación mundial, porque América Latina fue la primera en liquidar el colonialismo, en los albores del régimen capitalista que se afirmó en Europa y EE.UU. a lo largo del siglo XIX. Los pueblos de Asia y de África solo pudieron liberarse del colonialismo en la segunda mitad del siglo XX.

Los próceres y patriotas de la independencia movilizaron una serie de conceptos y valores (libertad, soberanía, dignidad, representación de los pueblos, igualdad, constitucionalismo, republicanismo, presidencialismo, etc.) que no solo generaron una nueva conciencia colectiva, sino que fueron la base para la construcción de los Estados nacionales.

Además, una élite de criollos autonomistas e independentistas forjados en el pensamiento ilustrado anhelaron no solo romper la relación colonial, sino también realizar transformaciones sociales radicales. Pero sobre ellos se impusieron las nuevas capas dominantes criollas despertadas por el mismo proceso emancipador, que finalmente son las que captaron el poder, para instaurar un nuevo orden a su servicio: los Estados oligárquicos, de larga vigencia histórica en América Latina.

A menudo se pierde la dimensión de la gesta independentista de hace dos siglos. Por destacar el dominio oligárquico republicano (que desplazó los anhelos de la élite intelectual y política con ideas de reforma social radical), se olvida que la independencia, a pesar de su contenido criollo hegemónico, trajo a Ecuador y a los países latinoamericanos un bien histórico trascendental: liberarnos del colonialismo. Solo eso ya fue de beneficio para todas las capas sociales del nuevo país, sean blancos, mestizos, indígenas o afrodescendientes. Conforme avanzó la república, necesariamente despertaron otras luchas sociales para derrotar al régimen oligárquico, en manos de hacendados, comerciantes y banqueros.

Por todo lo señalado, es necesario retomar el camino de la memoria, para resaltar al 10 de agosto de 1809 como el día del Primer Grito de Independencia de Ecuador y, por tanto, la fecha nacional. (O)

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