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El Telégrafo
Luis Rosero

Desafío de la U. de Guayaquil

24 de octubre de 2016 - 00:00

Para reordenar la educación superior el Gobierno dictó la Ley de Educación Superior, eliminó las universidades de garaje e intervino algunas. El turno en lo último le llegó, en octubre/13, a la  Universidad de Guayaquil (UG), cuando se instaló la Comisión Interventora y de Fortalecimiento Institucional (CIFI). En esa época los principales problemas  eran masificación, poca formación de sus profesores, desorden administrativo,  burocracia, grupos de presión y escasa investigación.

La intervención se justificó por la violación del principio de gratuidad; irregularidades académicas, administrativas, financieras y violencia. Además, el Ceaaces rebajó la calificación de la UG de categoría B a D. La CIFI, en su reforma, aplicó un modelo con 4 ejes: academia, investigación, gestión institucional e infraestructura, cuyos objetivos son alcanzar la excelencia académica, superar los problemas y reducir el número de facultades, para lo cual dictó medidas y elaboró varios reglamentos.  

Exautoridades de la UG, analizaron, en este diario, su crisis  y la eficacia de la CIFI, por lo que agregaré otros elementos al análisis. En la universidad, deben ser pilares lo académico y la investigación. En el primero, para la excelencia, la CIFI propuso la formación de los docentes y revisión de las mallas curriculares. Exigió que los profesores tuvieran al menos maestrías. Si bien hubo más profesores con dicho posgrado, muchos de ellos nacionales, la clave es su calidad. En investigación aumentó el número de proyectos pero, de nuevo, lo nodal es su calidad y pertinencia.

En los otros temas, partiré de mi experiencia como profesor en la Facultad de Economía (FE) de la UG, de la docencia en otras universidades,  de la dirección de un Centro de Investigaciones en una U. privada y de los posgrados en el exterior. Por trabajo, solicité licencia algún tiempo y, en 2015, reingresé para apoyar la capacitación a profesores y diseño de programas de estudio. La FE elaboró  su reforma de las mallas, pero se puso el  acento en la forma y no en el contenido que resultó en un puzzle. En la misma, la reforma ha conducido a un enclaustramiento docente, excesivo control administrativo de los profesores, un declive académico (ver número de artículos indexados, calidad de investigación y nivel  académico del posgrado de los docentes), etc.  En general, el modelo llevó al autoritarismo (destitución de autoridades), control vertical, pérdida de autonomía de las facultades, fallas en gestión administrativa, más burocracia, etc., creando un clima de tensión. El esquema se trasladó a las facultades, por lo que renuncié a los 2 meses. Una FE debe tener un CEO académico, no es una hacienda con capataz o mandamás.

La CIFI puso énfasis en infraestructura y vinculación con la comunidad (sin un norte); si bien se recuperó la categoría B, con avances en otras áreas, se exacerbaron los problemas estructurales. La comunidad universitaria debe elegir autoridades que se decidan por el modelo actual o uno alternativo para superar la crisis sistémica. (O)

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