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El Telégrafo
César Paz-y-Miño

Cuando la genética no era ciencia

21 de mayo de 2016 - 00:00

A inicios de 1900 se pensaba que las proteínas eran las encargadas de transmitir los caracteres funcionales y morfológicos de las células, e incluso de los individuos. En 1910 se explicó que el núcleo de la célula contenía ‘nucleína’ y otras proteínas; luego se demostró que está compuesta de ácidos nucleicos unidos a proteínas. Cincuenta años antes, Mendel ya había hablado de los mecanismos de la herencia y sus leyes, pero solo fue reconocido en 1902, cuando se descubren los cromosomas y se construye la teoría física de la herencia.

Con esto, la ciencia genética nacía, pero tenía detractores. Por una parte aumentaban los datos experimentales y surgían teorías importantes, como el evolucionismo de Darwin, y la demostración fehaciente de que el ADN es el material de la herencia (1953). De otra parte, los científicos soviéticos, dominados por el pensamiento marxista ortodoxo, planteaban sus propias teorías, como Ivan V. Michurin, un crítico tenaz de los postulados de Mendel y apoyado por su pupilo T.D. Lisenko, quien, favorecido por Stalin, consolidó sus principios más bien ideológicos que científicos.

Según Lisenko, la genética mendeliana era una ciencia burguesa, reaccionaria. Para él, la genética clásica desconocía el papel del ambiente e incluso de la organización de la sociedad en el comportamiento de los caracteres hereditarios. Lisenko trató a toda costa de demostrar que al variar el ambiente podía obtenerse nuevos caracteres y que estos se transmitían a la siguiente generación. Era un lamarckiano puro, es decir, seguía la corriente de la vieja discusión de la herencia de los caracteres adquiridos, con la cual se puede interpretar, por ejemplo, que las jirafas adquirieron su característico cuello debido a su esfuerzo para acceder a la comida de árboles altos.

Los postulados de Lisenko confrontaron con los del importante científico soviético N. Vavilov, perseguido por el estalinismo y acusado de traición a la revolución bolchevique, por defender la teoría mendeliana. Michurin y Lisenko influyeron hasta 1960, cuando fueron cuestionados, debido a las demostraciones investigativas posteriores al descubrimiento del ADN, que consolidaron la genética moderna. Curiosamente, hacia 1968 Vavilov fue reconocido y se le restauró su posición como científico.

La historia da cuenta de lo nefasto de los dogmatismos, provengan de donde sea, que afectan a la ciencia, la cual es crítica con el dogmatismo y apela a la evidencia proporcionada por el empirismo racional, que es fundamento de la genética. (O)

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