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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

Así de Juan

21 de diciembre de 2016 - 00:00

El así de esta costa pacífica colombo-ecuatoriana es mitológico; comprendiendo mitología como aquella verdad bambuquiada con metáforas. Los grados académicos importan, pero esa sencillez comunitaria de respetuosa largura es material de la memoria colectiva. Aquello se explica muy bien en la cuantificación versificada de Antonio Preciado: “A un hombre así como él, así de espejo para tantos rostros, y así de Juan, de nombre hace tiempo visible…”. Está en Con todos los que soy, p. 178, ediciones Matanzas, 2013. El bambero del poema y de esta jam-session es Juan García Salazar. “Un García en verdad singular […] tan compartido en una muchedumbre de otros apellidos...”, este otro antonio-preciadismo nos exime de recargar las tintas de la simpatía.

La Red Cultural Afroecuatoriana, con el apoyo generoso de la Casa de la Cultura (matriz), dedicará “un arrullo al Maestro J. García”, hoy miércoles 21 de diciembre, desde las 7 de la noche. El arrullo tiene sus dedicatorias a lo divino (chigualo) y a lo humano; no contempla tristeza ni sirve para refundir el ánimo (o el ánima) en nostalgias sin término, para nada, es una conexión voz-tambores-guasá-maracas con divinidad o persona, en clave de celebración de la vida. Sépase, también se arrulla a los niños fallecidos y a los santos u orishas.

Hay el arrullo dirigido al humano más humanizado de la comunidad, a quien hemos cargado (y se le carga aún más) de las mayores cualidades, se convierte en la cifra suprema referencial, en “el espejo para tantos rostros”. Las voces de las cantoras de arrullo poseen la facilidad de convencer al oído, por ello se embulla el auditorio y de la madrugada al día pleno es un suspiro responsorial.

Eso es el arrullo al Maestro Juan García, un festejo que, por sus significado cimarrónico, se emparenta con aquel primero de los Mangache (en San Mateo) o los de Illescas (en Atacames). A quien llamamos el ‘cimarrón supremo’, debió obligarse a andar, desandar y volver a andar las millas del territorio, de Costa Abajo y Costa Arriba, para facilitarnos el descubrimiento del pueblo de origen africano que somos.

Por el Maestro García sabemos que al territorio no se lo ‘ocupa’, esa versión colonialista de la desposesión de elementos y virtudes hasta el empobrecimiento físico y cultural, mejor se lo ‘habita’, es decir, nos sembramos con ciencias y saberes hasta la familiaridad ecológica (en las universidades se estudia como agroecología). Ahora que se habla bastante y bonito del Buen Vivir, muchos como el Abuelo Zenón explicaban décadas atrás mediante la soltura de la palabra: el estar bien colectivo.

Este reconocimiento a Juan García es breve acto de reparación, Casa Adentro, ejercicio necesario para emprender otras reparaciones en nuestras comunidades de Esmeraldas, del Valle del Chota-Mira, del Oriente; de Guayas o Pichincha. Nadie más querrá hacerlo, con o sin Decenio de la Afrodescendencia, si no aplicamos el mínimo carácter cimarrón que nos corresponde. Mucho axê al Maestro. (O)

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