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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y del ajedrez

¡Ah!, si las golondrinas regresaran…

17 de diciembre de 2017 - 00:00

No recuerdo quién contó la historia. La leí cuando era muy niño y nunca la olvidé. Era un reino milenario donde nadie quería gobernar, porque jamás hubo problemas entre los habitantes de aquel lugar extraño. Pero algunos insistieron en que necesitaban a un rey y eligieron, a la fuerza, al mejor entre todos sus hombres.

“Acepto  con una única condición”, dijo el personaje. Y todos escucharon en silencio su exigencia. “Gobernaré si colocamos tambores en las calles y en las plazas, a la entrada del Palacio de Gobierno, y en las puertas de cada ministerio e institución pública. Así, cualquiera los hará resonar cuando encuentre algo mal hecho, o haya sospecha de corrupción o negligencia. El primer golpe de tambor nos alertará.”

Todos aceptaron. Y cuenta la leyenda que pasaron los años y en aquel reino milenario siempre reinó el silencio. Asombrado, imaginando que alguien había retirado los tambores que se deberían convertir en la voz de los ciudadanos ante la más mínima sombra de sospecha, el gobernante recorrió la ciudad, con sus calles y sus plazas, y revisó todos los tambores que seguían al alcance de la gente.

Cuentan que descubrió que en todos ellos habían anidado las golondrinas. Tal era la paz, tal el silencio, tal la honestidad en aquel reino milenario que se extinguió sin dejar huellas, y solo dejó para el futuro esta leyenda.

En ajedrez, lo mínimo que hay, es intento de asesinato. Pero corrupción jamás. Acá, hasta matar se hace limpiamente.

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