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ENTREVISTA

“El Quijote es profundamente cinematográfico”: Darío Villanueva

“El Quijote es profundamente cinematográfico”: Darío Villanueva
02 de mayo de 2016 - 00:00 - Jéssica Zambrano Alvarado, Periodista

Darío Villanueva lleva ya quince meses frente a la Real Academia de la Lengua Española (RAE). A mediados de abril, el lingüista español llegó a Ecuador para participar en las Jornadas Cervantinas, un congreso organizado conjuntamente por la Academia Ecuatoriana de la Lengua y la Universidad Técnica Particular de Loja para conmemorar los 400 años de la muerte de Miguel de Cervantes, autor del Quijote.

En Loja, Villanueva volvió a hacer énfasis en el discurso con el que ha asumido su dirigencia: sostener una política lingüística panhispánica. La ciudad ecuatoriana lo nombró Huésped Ilustre, en el marco de las Jornadas Cervantinas que organizó la Universidad Técnica Particular de Loja y la Academia de la Lengua Ecuatoriana. Él recibió los honores como representante de las 23 academias de la lengua que integran la institución en un trabajo mancomunado por la defensa del idioma castellano. “La Real Academia Española preside la Asociación de Academias y eso significa que es la voz de todas ellas”, dijo.

Durante su discurso de recibimiento del Doctorado Honoris Causa por parte de la Universidad Técnica Particular de Loja, Villanueva recordó que la Asociación de Academias de la Lengua Española nació en 1951, tras una iniciativa del presidente de México de entonces, Miguel Alemán.

En el siglo XIX ya había germinado la creación de Academias de la Lengua Española en América —la de Ecuador, por ejemplo, se fundó en 1874—, pero la federación de todas no se pudo concretar sino hasta 1951, y hasta hoy han aparecido dos academias nuevas. La Academia Norteamericana de la Lengua Española se fundó en 1973 en Nueva York, y más recientemente, la Academia Ecuatoguineana de la Lengua Española fue fundada en marzo de este año. “La Guinea Ecuatorial es un pequeño país en el mismo eje en el que nos encontramos hoy —dijo Villanueva desde Loja—, y es el único país de África que tiene como lengua oficial la española”.

Para Villanueva, la Asociación de Academias ha ejercido su labor en circunstancias difíciles. “Cuando la caída del imperio español se vaticinaba, se dijo que sucedería con la lengua española lo mismo que ha sucedido con la latina en el imperio romano, la fragmentación lingüística. Dijeron que iban a aparecer lenguas hijas del español, igual que el catalán, el rumano, el portugués, pero esto no ha ocurrido”, dijo Villanueva.

Para el director de las Academias de la Lengua, la clave estuvo en la decisión soberana de las repúblicas independientes de adoptar el español como la lengua oficial. “Había que constituir los nuevos estados con sus fronteras, con sus estructuras administrativas, educativas. Se preguntaron si necesitaban o no un idioma común que permita comunicarnos, salvaguardando las lenguas ya existentes —que en algunos casos hay docenas, se multiplican y pertenecen a familias lingüísticas distintas y no permiten una comprensión entre unas y otras—. Yo por eso, como español, no me cansaré de decir que el español es una lengua global, no por el proceso de la Colonia, sino por el proceso de independencia. Ha sido la independencia la que ha hecho del español esta lengua en la que podemos entendernos (…), es la única capaz de existir en el curso avasallador que es la lengua inglesa”, dijo Villanueva.

Hace 2 años el director de la RAE estuvo en Ecuador por la misma razón que lo convocó el pasado 15 de abril. Había venido a dar una conferencia que versaba sobre Cervantes y el Quijote. En días recientes, su discurso partía otra vez de ese personaje y su dinamismo con las imágenes. La literatura en castellano es otra de las claves a través de la cual los integrantes de la Asociación de Academias de la Lengua defienden el idioma.

Según Villanueva, en su calidad de humanista, “ya no necesitamos más métodos para estudiar la literatura. Lo que necesitamos son lugares. Una mesa, una silla, para que el profesor y sus alumnos se pongan a leer juntos. La clave está en eso: leer juntos aportará también al conocimiento del lenguaje. No hay mejor escuela que la propia lectura, leernos nos ayuda a conocer mejor la condición humana”.

¿Cuál es su visión y foco de acción sobre política panhispánica?

Es la política que seguimos y consiste en considerar que el español es en este momento una lengua hablada por 500 millones de personas. Es la segunda más hablada por número de hablantes nativos y es la única que realmente resiste al inglés con su poderío avasallador, porque el chino es un idioma mucho más fragmentado y no tiene la misma proyección fuera de sus fronteras de lo que tiene nuestro idioma.

La política panhispánica significa trabajar las 23 academias, codo con codo, en un plano de igualdad por un objeto común: mantener la unidad de un idioma que no tiene un centro, ni una periferia. No hay un lugar desde el cual se diga cómo se tiene que hablar español, no hay punto de referencia. El español tiene centros diversos y cada uno de los que hablamos español es dueño de nuestro idioma.

¿De qué manera la RAE garantiza la representación de la diversidad de lenguas en América Latina, sobre todo de sus pueblos y nacionalidades?

Nosotros integramos la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale), en la que están inscritas 23 academias que no solo son latinoamericanas: también está la norteamericana, la de Filipinas y, desde hace unos meses, la Academia Ecuatoguineana de la Lengua Española. Nos ocupamos de la unidad de la lengua española, pero la posición de la RAE y de las asociaciones es de máximo respeto a las lenguas propias de cada uno de los países que, sin embargo, tienen al español como lengua oficial.

¿Cómo ha sido su diálogo con esos territorios para actualizar los diccionarios regionales?

Normalmente, los diccionarios regionales son resueltos por cada una de las academias en sus respectivos países, ellos se encargan de actualizar los términos específicos. Pero luego tenemos también un Diccionario de Americanismos, de 2010, en el que se recogen las acepciones y las palabras específicamente americanas que no están en el Diccionario General. En ese diccionario hay más de veinte mil acepciones americanas, y la actualización se hace mediante un instrumento que llamamos Corpus del Español del Siglo XXI, que es una gran base de datos en la cual cada año incluimos 25 millones de formas del español. No se trata de 25 millones de palabras, sino de realizaciones de palabras del español. El 70% es de fuentes americanas, y solo el 30% de españolas, que pueden ser orales (radio, televisión y música) y escritas, como la literatura, el periodismo, la economía, la medicina, la ciencia y la tecnología. Con eso tenemos solo para el siglo XXI un archivo de unos 300 millones de formas.

Sin embargo, la RAE trabaja en la construcción de una normativa, ¿cómo esto transgrede la soberanía con la que se ejerce el idioma en distintos lugares?

Usualmente la normativa es la que las academias trabajan. Yo no quiero hablar de la RAE, quiero hablar de las Academias. Las obras que se publican son responsabilidad de todas, no solo de la Academia Española. Ninguna norma se hace de forma caprichosa, se hace de la forma en que realmente se habla, por tanto, la norma no se impone al idioma, sino al revés, es el idioma hablado el que impone la norma, lo que hacemos nosotros es codificarlo, darle forma, orden y una organización interna, pero la normatividad viene del pueblo, viene de los hablantes.

Además de la política panhispánica, su dirección de las Academias se asume en un contexto digital, al que también busca darle énfasis.En ese sentido, ¿cuál será la labor en este campo?

Aparte de mantener la política panhispánica, el reto es desarrollar un trabajo que sirva para la sociedad digital. Hay que construir entre todos el Diccionario de los nativos digitales, es decir de las personas que nacieron en la era de Internet, y por tanto Internet no es una nueva tecnología, sino la tecnología que les va a acompañar desde que han abierto los ojos a la vida.

Varios de sus trabajos se concentran en las imágenes que produce la literatura. Como lector asiduo de las letras de América Latina, ¿cuál es la imagen que tiene en este momento la región a través de su producción literaria?

Desde aquel movimiento que se conoció como el boom de la novela latinoamericana, a partir de la publicación de La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa, la literatura en español, escrita en América, se ha convertido en una de las más importantes del mundo. No quiero decir que la más importante, pero sí una de las más importantes. Es una literatura que vino a ofrecer lo que otras literatura, por ejemplo la europea, no estaban dando a los lectores, que era la imaginación, la fantasía; pero al mismo tiempo, la denuncia y el reflejo de la realidad tal cual es, y todo ello en un lenguaje suntuoso, con un español verdaderamente brillante, lleno de riqueza expresiva y lleno de expresividad propiamente lingüística.

El tono altísimo de la novela latinoamericana en ese momento rescató además a generaciones anteriores a Vargas Llosa, pues él era de los más jóvenes de todos ellos. Se rescató a Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, al propio Julio Cortázar y tantos nombres más que no querría olvidar. Desde entonces, con esa generación joven de Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, etc., más la recuperación de todos estos autores, se ha sostenido un tono muy alto que no ha decaído hasta hoy.

Ahora voy a Lima, al fallo de la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa*, soy presidente del jurado y han llegado cinco novelas latinoamericanas que son francamente extraordinarias, porque además se están ajustando a la última tendencia de la ficción. Por ejemplo, actualmente hay mucha inclinación hacia la autoficción, la novelización de las propias experiencias del escritor o de su familia, en todo caso también de las experiencias políticas y sociales de su país, todo ello con un aire entre crónica y novela. Esa es una herencia del llamado nuevo periodismo que tanta importancia tuvo ya desde los años sesenta, por ejemplo, en la literatura norteamericana.

El tono de la literatura latinoamericana sigue siendo muy alto, porque son muchos países a producir, hay magníficos escritores y el elemento común que todos comparten es precisamente la lengua española.

El año pasado se lanzó el libro Lo que Borges le enseñó a Cervantes, del cual usted es coautor. Es un título tan provocador que de alguna manera evoca aquello que Juan Montalvo decía con Los capítulos que se le olvidaron a Cervantes.

El título de este libro es provocativo y habla de la necesidad de comparar la literatura. La literatura está siempre sometida a la necesidad de compararse entre ella misma. Eso quiere decir que Cervantes no se lee igual después de Borges que antes de Borges, toda obra posterior modifica el significado de una obra precedente y eso es lo que quiere dar a entender mi título.

En estas Jornadas Cervantinas, su ponencia parte del Quijote y el dinamismo de las imágenes. ¿Qué aporte dan estas obras posteriores, en lo visual, a la obra de Cervantes?

Hay un encuentro inevitable porque el Quijote es un libro concebido con una gran visualidad. La prueba está en que don Quijote y Sancho se han convertido en íconos de la cultura popular en todo el mundo: hay desde anuncios publicitarios, hasta pasquines políticos, pasando por azulejos, por frescos, grabados, porcelanas, muñecos... La imagen de don Quijote ha llegado a todas partes, incluso a personas que no han leído su obra ni la van a leer. Es que es una obra concebida como imágenes, desde esos dos personajes que llaman la atención porque salen, con su figura, a los campos de La Mancha: ‘El caballero de la triste figura’ es don Quijote, y Sancho montado en su asno que le acompaña siempre. Pero, ¿qué ocurre? Que ese carácter visual que tiene el Quijote favoreció extraordinariamente la elaboración por parte de artistas plásticos sobre pinturas, esquemas y luego el cine.

Es la obra literaria que más veces ha sido llevada al cine. Hay más de 200 adaptaciones cinematográficas y televisivas. Eso es algo que tiene que ver con su propia esencia: se trata de un libro de contraste de visiones. Lo que don Quijote ve de la realidad, el resto de personajes no lo ve. Don Quijote ve gigantes y el resto ve molinos. Don Quijote ve un ejército y el resto ve un rebaño. El motor de todas sus aventuras es un choque de visiones, y eso es profundamente cinematográfico, porque el cine es una forma de visión.

Se trata de una reflexión del poder de la imagen en el Quijote que es, en cierto modo, un libro precinematográfico. Usa figuras, recursos y planteamientos propios de la cinematografía, algo que en los estudios literarios están solo aprendiendo en relación a la figura de Shakespeare.

¿Qué tanto pueden cambiar u aportar estas adaptaciones en su esencia?

La esencia no la cambias, es una forma de lectura. Todas las versiones tienen una lectura, eso es lo que va cambiando, pero el Quijote no se altera ni modifica en lo que sigue significando.

Hace poco, uno de los miembros recién integrados a la RAE, Félix de Azúa, dijo sobre la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que es “una mujer que debería estar sirviendo en un puesto de pescado. No tiene ni idea de cómo se lleva una ciudad ni le importa”. Al respecto se hizo una petición para que la RAE solicite su dimisión. ¿Cuál es su postura al respecto?

Yo no hago comentarios a lo que dicen los miembros de la Academia. Ellos son responsables de sus opiniones y no está dentro de mis funciones —o de mi voluntad— hacer comentarios complementarios.

Notas

*Villanueva era presidente del jurado de la Segunda Bienal de Mario Vargas Llosa, cuyo fallo dio como ganador al chileno Carlos Franz por su novela Si te vieras con mis ojos.

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