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El Telégrafo

Servicio de la Metrovía sigue de mal en peor, una raya más al tigre

04 de marzo de 2013

Entre tantas quejas por parte de los usuarios sobre el servicio de la Metrovía -que ya no se reportan porque nada se hace al respecto-, me toca hacer públicas dos más, de reciente data.

Una, la inseguridad y el peligro que corre la vida de los usuarios cuando los elementos de las estaciones están deteriorados y pueden causar graves accidentes. De esto no se dice ni se hace algo al respecto.

Un ejemplo claro es el siguiente: En la estación Bellavista, que se encuentra en el km 1,5 de la avenida Carlos Julio Arosemena, una lámpara fluorescente de alumbrado pende únicamente de los cables de electricidad. Se ha desprendido de su base que se encuentra aproximadamente a 4 metros de alto y está ubicada justo por donde suben y bajan los pasajeros del articulado que proviene desde la base de Bastión Popular hasta el centro de Guayaquil.

La pantalla fluorescente está colgada por los dos hilos conductores desde hace una semana, pues la he visto a diario hasta el sábado 2 de marzo que utilicé por la noche este pésimo servicio.

 ¿Es tan difícil coger una escalera y retirar esta lámpara que de caerse sobre un pasajero podría causarle daños de consideración? No esperen que una desgracia ocurra, porque entonces su culpabilidad sería no solo por negligencia, sino por atentar contra la vida de los usuarios, con agravantes, puesto que una semana es mucho tiempo para dejar  pendiente un tema como este.

Otra falla que  tiene que ver con el personal que labora en las estaciones y que seguramente cumple órdenes para actuar de esa manera, es la desinformación con propósito de sacar provecho económico y en perjuicio del usuario.
Resulta que la noche del sábado 2 de marzo, por efectos de la torrencial lluvia que anegó la mayor parte de la ciudad de Guayaquil, los vehículos articulados no circulaban debido a que muchos tramos de la ruta Bastión Popular estaban sumergidos hasta un metro bajo el agua.

Pero  estaciones como la Bellavista, que es frecuentada por mucha gente que sale de sus trabajos en empresas del sector, no sufrieron tal inundación, y por ende los usuarios llegaban, pagaban su pasaje y entraban. Pero ni el guardia ni la persona que cobra el valor del pasaje le avisan que no pasan los vehículos porque no pueden. Y la gente debe salir después de una hora y perder el valor cancelado.

Y ante una pregunta de que si saben cada qué tiempo pasan los carros, muy tranquilos contestan: “pasan cuando pasan, no tienen hora ni minuto de pasar”.
¿Abuso de un servicio que se está convirtiendo en oligopolio?
Atentamente,

Ramiro Serrano M.
Durán - Guayas

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