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El Telégrafo

RESPUESTA AL EDITORIAL DE DIEGO ORDÓÑEZ (diario HOY, 31 de enero de 2013)

04 de febrero de 2013

Respuesta al señor Diego Ordóñez
“…cualquiera que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”
Lucas 18, 9-14.[

Como es mi estilo, sin caer en reacciones hepáticas, toca, otra vez, disponer del valioso tiempo  para contestar los despropósitos que vierte el diario HOY, esta vez en forma de editorial a cargo del señor Diego Ordóñez (“El publicano del correísmo”. HOY,  31 de enero de 2012).

En primer lugar, considerando que generosamente me atribuye una misión apostólica, ejerzámosla con el propósito de hacer notar sus errores.

1. El Servicio de Rentas Internas fue creado en 1997, mediante Ley aprobada el 24 de noviembre (RO de 2 de diciembre del mismo año). No presidía la República Jamil Mahuad, sino Fabián Alarcón, de forma interina.

2. La Ley de Creación del Servicio de Rentas Internas prevé la existencia de un Comité de Política Tributaria integrado por las autoridades titulares de las carteras de Política Económica, Producción, Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo y del mismo Servicio de Rentas Internas.

3. La misma Ley confiere a dicho Comité, entre otras, las siguientes funciones:
a) Definir los lineamientos de política tributaria para el Servicio de Rentas Internas, en armonía con las normas constitucionales, legales y políticas de gobierno.
b) Conocer los proyectos de ley y reglamentos tributarios que presente el Director General del Servicio de Rentas Internas (SRI) y disponer los correctivos a que hubiere lugar en la evaluación de la ejecución de política tributaria.

La primera conclusión obvia: como miembro del Comité de Política Tributaria y en calidad de Director del SRI, sí me corresponde conocer, informar y participar de las propuestas de política impositiva que dirige el Presidente de la República. Hasta la fecha nunca he renunciado a las obligaciones asumidas ni lo haré en el futuro, mal que le pese.

En segundo lugar, y más allá de la visión que uno tenga del papel del Estado y del mismo sistema tributario (la mía es pública y notoria, y no merece la pena insistir allá donde no quiere ser escuchada), resulta que lo primero es cumplir con la Constitución y las leyes, tal y como juré al posesionarme como Director del SRI. Y aquí la directriz constitucional es muy clara (artículo 300):

“El régimen tributario se regirá por los principios de generalidad, progresividad, eficiencia, simplicidad administrativa, irretroactividad, equidad, transparencia y suficiencia recaudatoria. Se priorizarán los impuestos directos y progresivos.

La política tributaria promoverá la redistribución y estimulará el empleo, la producción de bienes y servicios, y conductas ecológicas, sociales y económicas responsables”.

Así pues, me acusa usted de cumplir con la Constitución. No se me ocurre  motivo mayor para la tranquilidad de conciencia. En este punto me toca agradecer su generosidad para este servidor público.

En tercer lugar, dedica usted adjetivos tales como “Estado rentista”, “subsidiador”, “euforia impuestera”, “asistencialismo”, y otra analogía parecida para mostrar su descontento con la política fiscal del Gobierno.

Si programas como el Manuela Espejo o el del Bono Solidario con cumplimientos de requisitos para los beneficiarios (llevar a los controles de salud e inscripción en la escuela a los niños)  le parecen propios de un Estado subsidiador, bienvenido sea el calificativo por superficial que nos parezca. Su editorial destila catecismo neoliberal, es crítico con la legalidad y se burla de la moral; por no hablar del estéril vaticinio del “coctel explosivo”. 

Lamento que no lo hiciera cuando apoyaba al gobierno de Mahuad, tuvo entonces una ocasión excelente para actuar de manera fructuosa. No puedo menos que volver a los argumentos que remití en respuesta al artículo del señor Mauricio Pozo (“Recaudar por recaudar” diario HOY, 21-01-2013) y que su diario no tuvo a bien publicar, en un dudoso ejercicio de estilo periodístico. Sugiero su relectura.

Finalmente, rechazo la identificación con la figura del publicano que me dedica. El publicano era un particular a quien el Imperio encomendaba la recaudación de los tributos, muy impopulares entre los ciudadanos por distraer para sí una parte de los fondos que correspondían a las arcas públicas.

En nuestro Gobierno, los impuestos que se recaudan se destinan al bien común, no a “sucretizaciones”, “salvatajes” ni reparaciones de obscuras ineficiencias particulares. 

Como todo el país conoce –incluido usted-  ni ejerzo mi función como particular ni he tomado para mí, jamás, nada más allá del sueldo que me corresponde como servidor público.

Las palabras no son inocentes y usted hace un uso insidioso del vocablo “publicano” que afecta a mi honorabilidad, asunto que a mí sí me importa y mucho. En cualquier caso, y quiera usted o no retirar esa calificación, me permito hacerle un recordatorio: nos cuenta el Evangelio de Lucas (18, 9-14) que[, a los ojos de Dios, el publicano salió mucho mejor parado que el fariseo.


Carlos Marx Carrasco V.
DIRECTOR GENERAL DEL SERVICIO DE RENTAS INTERNAS

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