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El Telégrafo

Las devociones, el génesis, y los cheques

30 de marzo de 2013

LAS DEVOCIONES

Las comunidades cristianas, a lo largo del año, siempre están celebrando sus distintas festividades religiosas. Estas expresiones de identidad religiosa –devociones- nos convocan a una participación integradora de la comunidad.

Nuestros pueblos surgen herederos de culturas ricas en religiosidad: la greco-romana, la judío-cristiana, a las que se suma la indígena; y cuya combinación nos forma y nos informa.

Considero que el alma de la cultura de un pueblo se sustenta en su religión. Palabra cuyo significado etimológico: del latín religare, religio = religar, volver a unir, anudar, nos conduce a entender mejor su significado espiritual: como el anhelo más intimo del hombre por ligarse con su creador. Anhelo de establecer contacto, vínculo, comunicación, con El Origen de donde venimos. Las devociones  vienen a ser, entonces, esas manifestaciones del espíritu religioso, individual y colectivo que nos caracteriza.

Así, la Iglesia católica, en su objetivo pastoral, estructura el calendario litúrgico en el que establece las secuencias y celebraciones  para todo el año. En este contexto, cada comunidad  católica expresa sus adhesiones y preferencias en variadas formas, convocando a una participación amplia que siempre tiene como eje central la sagrada eucaristía.

Sin embargo, como la cultura popular se mezcla con la religiosidad de los pueblos, muchas veces se ha distorsionado el verdadero sentido espiritual de la celebración. Lo que nos conduce a reflexionar sobre las devociones y sus verdaderas dimensiones; devociones que son bien venidas, pero que pierden su razón de ser, si no están respaldadas por la vivencia de auténticos cristianos.

La sagrada Biblia es el referente y manual de vida para millones de creyentes, pues en ella encontramos la palabra de Dios entregada a los seres humanos para guiarnos y aclararnos las ideas.

Pero ¿qué nos dice respecto a este tema?
Veamos: En el libro del Génesis encontramos algo interesante.

EL GÉNESIS.

El libro del Génesis nos habla de algunas “andanzas” de Caín y Abel, hijos de Adán y Eva, quienes después de haber sido expulsados del paraíso, “mal que bien”, empezaron a vivir ganándose el pan con el sudor de su frente. Y como era lógico, tuvieron hijos e hijas, de los cuales el autor sagrado ha querido referirnos la fábula de esos dos muchachos.

Sucede que ellos, Caín y Abel, habiendo recibido las enseñanzas de sus padres, -¿de quién si no?-, hacían ofrendas a Dios. El autor sagrado nos hace notar, muy claramente, que ambos ofrecían sacrificios. Sin embargo, Dios recibía con beneplácito las ofrendas de Abel, no así las de Caín. (Gén 4, 3-5). Es interesante destacar este detalle y ver cuál es el mensaje.

Decía un distinguido sacerdote: “cincuenta mil veces lees la Biblia y cincuenta mil cosas nuevas encuentras”. Es que el mensaje bíblico tiene una trascendencia y actualidad permanente, cual si fuera “pensado” por nuestro Padre Dios, desde el principio del mundo para cada uno de nosotros.

En esta ocasión, esto es lo que yo aprecié de la lectura de este pasaje del Génesis, y que quiero compartir con ustedes:

Caín y Abel habían sido criados, aprendiendo a rendir culto a Dios,  y ambos eran devotos. Yo me atrevería a decir que si ellos vivieran en nuestros tiempos  ambos irían a misa. Puesto que la misa es en esencia la ofrenda sobre el altar de un sacrificio propiciatorio: El de Cristo Jesús, y la Biblia dice que tanto Caín como Abel ofrecían sacrificios a Dios. Sin embargo, y aquí está la diferencia que especifica el autor sagrado:  A Yavé le agradó Abel y su ofrenda, mientras que le desagradó Caín y su ofrenda. (Gen 4, 5).

Y bueno; ¿por qué este “favoritismo” de Dios con Abel?;  la razón estaba en que Abel era un hombre justo, mientras que Caín hacia el mal a los ojos de Dios.
Aquí está la clave: Los dos eran devotos, los dos ofrecían sacrificios, los dos hacían ofrendas a Dios; pero las ofrendas de Abel eran recibidas con agrado por Dios porque era justo, (Heb11, 4). Mientras que Caín había extraviado el camino, no daba pie con bola y hacia el mal a los ojos de Dios, a pesar de que Dios mismo, -con Su Habitual Actitud Paternal-, le recomendaba que rectificara su proceder (Gén4,6-7).

Este mensaje tiene una actualidad pasmosa; es más, a lo largo de los siglos y a través de las sagradas escrituras Dios viene siendo reiterativo en este aspecto; he aquí algunas muestras: “este pueblo me honra con la boca, pero su corazón está lejos de mí”; (Is 29, 13) “no basta con decir: ¡Señor!, ¡Señor! Para entrar en el reino de los cielos, más bien entrará aquel que hace la voluntad de mi Padre” (Mt7, 21).

Me gusta la misericordia  más que las ofrendas: (Os6, 6); (Mt9, 13…)
“¿quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? El que hace la Voluntad de mi Padre, ese es mi madre, mi hermano, mi hermana”. (Mt12,48-50)
Aquí está la clave: Las devociones son bien venidas, son buenas, son deseadas, son parte de las manifestaciones religiosas de una comunidad. Y en nuestra comunidad hay muchas devociones: Las devociones marianas, la del Divino Niño, la de Jesús del Gran Poder, etc. etc. y creo que cada católico tenemos la nuestra.

Además, considero que las devociones son un instrumento motivador de vivencia personal y convivencia espiritual comunitaria; sin embargo, el problema radica en que, lastimosamente, la gran mayoría de los cristianos nos hemos quedado allí, en las devociones, sin trascender a nuestra vida diaria. Nos hemos quedado diciendo “Señor, Señor”, y nada más.

Porque esto es más cómodo que ser justos, que ser generosos, que dejar de lado la envidia, la pereza, la prepotencia, la lujuria, etc. Y Cristo se encarga de recordarnos que esto no es lo que quiere nuestro Padre Dios, e incluso, me atrevería a decir que Jesús evocaba el pasaje de Caín y Abel cuando dijo: “cuando vayas a presentar tu ofrenda ante el altar y te acuerdas que tu hermano tiene una querella contra ti, deja tu ofrenda al pie del altar, y ve a reconciliarte con tu hermano, y después ven y presenta tu ofrenda. (Mt5, 23-25).

Así Cristo nos dice que las ofrendas –léase devociones- no tienen validez si no viene respaldada por una vivencia auténtica de justicia, de amor, de generosidad; de una vida forjada, cada día, en armonía con la voluntad de Dios nuestro Padre y Creador.

LOS CHEQUES

Se me ocurre que las devociones son como los cheques. Si tu giras un cheque, debe haber fondos en tu cuenta que respalde ese cheque; entonces se sabrá que eres una persona honorable en quien se puede confiar, y tu cheque será apreciado en todas partes, mas si no hay fondos en tu cuenta que respalde el cheque, entonces ese mismo cheque será prueba contra ti para condenarte a la cárcel por estafador; cárcel en donde solamente habrá llanto y crujir de dientes. Y tus cheques serán despreciados.

No olvidemos: los cheques son las devociones; mientras que los fondos en la cuenta son las vivencias de auténtico cristiano basadas en la justicia, la paz y el amor, en todas sus dimensiones.

No olvidemos depositar en la cuenta fondos para respaldar los cheques que giramos no sea que resulten falsos y sin fondos.

Por: Mario Efraín Crespo Vásquez.
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