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El Telégrafo

La revolución tributaria y el ciudadano

18 de enero de 2013 - 00:00

Es sin duda histórico el desempeño cumplido por el SRI en los últimos seis años, en lo que se refiere a recaudación tributaria. Las cifras están en la mesa y asombran. El resultado es revolucionario, le duela a quien le duela, y el país está de plácemes. Ya nadie osa decir, por ejemplo: “¿Para qué voy a pagar?, si todo se roban los del Gobierno” o, mucho menos: “Que paguen los pendejos, que a mí nadie me coge”, y así por el estilo.

Cierto que los sistemas informáticos lo han facilitado, pero es la buena intencionalidad del Jefe de Estado y de la autoridad tributaria la que ha posibilitado alcanzar este éxito. Y claro, ningún buen ecuatoriano dejará de rascarse la cabeza al pensar en la evasión de antaño, misma que explica las grandes fortunas de pocos y la escasez en el bolsillo del Estado; y si a lo anterior sumamos la prevalencia que hubo en el exiguo presupuesto, de atender temas como pago de deuda, gasto militar, gasto administrativo, el drama del viejo país del “tercer mundo” está entendido.

Pero falta. Hay todavía inmensas lagunas de evasión. Siguen represados en la cultura del “no pago” miles de restaurantes, hoteles, mecánicas, talleres, almacenes, bazares, algunos incluso grandes, en los que se confabulan la habilidad del expendedor para esconder el libretín de facturas y la falta de conciencia del ciudadano para pedirlas, en los que se practica el ya famoso “con o sin factura”, en los que se pretexta que la imprenta no entregó las facturas, en los que el apuro del cliente es bien aprovechado por el evasor, realidades estas que siguen siendo el pan de cada día en todo el Ecuador, que consideradas individualmente no significan mucho, pero cuya suma sorprendería al más desatento.

Ahora bien. No creo que esta realidad deba todavía ser combatida con las visitas inesperadas de “clientes” del SRI que pescan in fraganti al evasor, pues al parecer se ha llegado a un tope de efectividad, por lo que planteo que es el momento de poner en orden al cliente, al que sale del hotel o del almacén, al que deja con apuro el restaurante o la mecánica. Es a estos a quienes debe exigirse la factura y sancionarse por no tenerla. Y por favor, no solo en las grandes ciudades, sino en las pequeñas, donde no deja de notarse la benevolencia del funcionario tributario con sus paisanos evasores.

Ing. Cristóbal Serrano Duelas
C.C. 1704346822

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