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El Telégrafo

Cartas al Director

19 de noviembre de 2012

Ciencia, tecnología y dependencia

Este es un tema sobre el que, a pesar de su trascendencia, la  mayoría de nuestros políticos y analistas no se pronuncia, parecería ser que la afinidad de muchos de ellos  con el viejo modelo económico vigente hasta hace poco, especulativo en lo interno y dependiente en lo externo, que hoy está siendo superado, les impide opinar sobre un tema en el que está en juego la real posibilidad de constituir un país libre y soberano.

No es casual que los países que han alcanzado elevados estadios de desarrollo científico y tecnológico sean los que  hoy dominen el mundo, materializando así lo que varios analistas señalaron hace varias décadas, “la fuerza de un país ya no descansa en los armamentos que posee, ni siquiera en sus recursos naturales, sino en la creación, acumulación y uso del  conocimiento”.

Por tanto, aquellos países que no han alcanzado un adecuado desarrollo de la ciencia y la tecnología
están condenados al retraso y a la dependencia;  obligados a destinar los pocos recursos financieros que poseen, al pago de  patentes, consultorías, regalías, franquicias, contrato de personal técnico extranjero, etc., valores estos que superan incluso a la transferencia de ganancias por inversión extranjera, paradójicamente convirtiéndolos en financistas de los países ricos.   

Ciertamente los  adelantos y resultados en los ámbitos científico técnicos no se obtienen  a corto plazo, lo cual impide al ciudadano común avizorar con claridad el colosal impacto que tendrán estos adelantos en  la construcción de un país no dependiente.

Qué duda cabe, en las actuales circunstancias del desarrollo científico y tecnológico, edificar un nuevo país demanda una política de Estado que garantice el desarrollo sostenido de la ciencia y la tecnología. En el caso del país resulta encomiable el esfuerzo que realiza el Gobierno actual con dicho fin, debiendo destacar, entre otras acciones, las realizadas en el ámbito de la educación para   alcanzar niveles de  excelencia, las acciones para reclutar, formar y desarrollar  los cuadros científico-técnicos que el país requiere,  las inversiones para ampliar o crear en muchos casos la infraestructura física y de laboratorios, etc.

Una clara  visión del porvenir de quien hoy ocupa la más alta magistratura del país  no solo genera una esperanza, son acciones tangibles que más temprano que tarde transformarán nuestro Ecuador.

Cómo no alentar y apoyar la formación de miles jóvenes talentosos, muchos de ellos de la condición más humilde, que hoy están estudiando en las mejores universidades del mundo; cómo no apoyar la construcción de grandes centros de investigación y formación científica, como es el caso  de la Ciudad del Conocimiento; cómo no reconocer y apuntalar estos  aciertos, piedra angular  para erigir  un país justo, libre y soberano.

 

Víctor Hugo Jaramillo Garcés
Ambato, 17 de noviembre de 2012

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