En su última visita a Quito, el gran filósofo francés, Edgar Morin, dio una conferencia ante un público de jóvenes interesados en descifrar sus teorías de la complejidad y la incertidumbre. Luego de décadas de pensar y repensar la condición humana, Morin propuso la creación de la única materia o disciplina que no se da en colegios o universidades, que es sin embargo la más importante de todas: “Enseñar qué significa ser humano”, qué es lo que nos diferencia de los otros seres, para poder entender mejor nuestra historia y, sobre todo, saber qué hacer en los momentos en que nos ha tocado vivir.

Hemos creado una educación de “especialistas”, de forma que cada uno tiende a interpretar la realidad desde el color del cristal con que la mira. El sociólogo basa todo en lo social, el antropólogo en lo cultural, el psicólogo en el comportamiento, el arquitecto en formas, el médico en el estado de salud, el abogado en el cumplimiento estricto de la ley, pero son pocos quienes tienen una visión holística de la vida, es decir, que la analizan de una manera global mediante la interrelación de todos los ángulos del conocimiento humano.

En la nueva civilización que estamos todos construyendo, el maestro tiene que cambiar dramáticamente su misión. Debe abandonar la costumbre de repetir lo mismo todos los años, puesto que no puede competir con internet, que contiene y hace fácilmente accesible casi todo el conocimiento universal. Debe convertirse en compañero y guía para, junto a sus alumnos, aprender sobre este nuevo mundo que, para bien o para mal, está transformando todos los aspectos de la vida.

Los profesores de los futuros profesores deberán entender que la computadora va a llegar a ser más inteligente que el ser humano, como lo anuncia desde su silla de ruedas la luminosa mente de Stephen Hawking; entender que la única ventaja para no sucumbir frente a los robots y al mundo virtual será profundizar en nuestro sentido de humanidad, en nuestra capacidad de amar, en nuestra compasión y en todos aquellos valores que nos definen como humanos. Esa es la gran tarea pendiente, la más importante, para poder alcanzar la tan anhelada sociedad del Buen Vivir. (O)