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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Vuelve a temblar

13 de julio de 2016

Estoy recostada, descansando de un fin de semana agitado y complicado, y siento un breve sacudón. Mis lámparas de individuales reciclados se balancean. Las perritas ladran. En un primer momento, como suele suceder, no alcanzo a reaccionar adecuadamente. Apenas pienso en si se repetirá (es un viejo trauma de por allá, 1987, cuando hubo un primer temblor larguísimo que nadie sabía dónde era, y luego un segundo, a las once de la noche, que hasta ahora es el más fuerte que he sentido en mi vida).

Mi familia no quiere salir. Alguien duerme y no se quiere despertar. Miro con preocupación a las mascotas, y el gato, muy sereno, me devuelve la mirada. Pienso en si será de sacar la mochila de emergencia. No lo sé. Voy a la radio. Pasan la radionovela El águila roja, sobre Eloy Alfaro. Muy interesante, pero quiero saber qué ha sucedido. El internet de mi teléfono ha desaparecido. El WhatsApp no funciona. Regreso a mi cama, a descansar jugando ‘Preguntados’, y entonces vuelve un sacudón, esta vez más largo. Las pantallas de individuales reciclados tiemblan una vez más. Me digo que esta vez sí darán alguna notica… pero no.

Seguimos ‘disfrutando’ de El águila roja, apenas en alguna de las cuñas de campaña social que se pasan se habla de ‘¿Qué hacer antes de un temblor?’. ¡Pero nosotros ya estamos en el después, y de dos! Entonces pienso que, en lugar de quedarme esperando que desaparezca Eloy Alfaro del espectro radiofónico y aparezca alguna información acerca del temblor voy a salir de la casa.

En las redes que se recuperan con el regreso de internet miro que el Presidente ya se ha pronunciado al respecto, que el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional ya tiene los datos. Los amigos preguntan por sus amigos. Mando mensajes a la familia ampliada. Salimos de la casa a la calle y ahí confirmamos las noticias: lugar, magnitud, profundidad. La noticia de que es en Esmeraldas provoca una egocéntrica tranquilidad unida a un solidario sentimiento de compasión. Pobre gente, no salen de un susto para que les venga otro. Igual aquí, en Quito.

Por fin, a las diez de la noche, levanta el vuelo El águila roja y se puede saber qué se ha hecho, qué se está haciendo, y toda la información pertinente relacionada con estos movimientos, réplicas que siguen recordándonos la devastación del 16 de abril. Le pese a quien le pese, se ha puesto en marcha una maquinaria organizada y eficaz para enfrentar la situación. Le pese a quien le pese, el Presidente se hará presente en la zona afectada. Le pese a quien le pese, se sabe qué hacer y es tranquilizador sentir que no está al mando ningún improvisado ni ninguna estrellita de Navidad. El miedo disminuye. La compasión aumenta. Al escuchar la descripción de la mochila de emergencia, pienso que la nuestra no es muy completa. Tareas pendientes. La tierra ha vuelto a temblar. En (¿con?) las redes, alguien (no muchos) intenta pescar a río revuelto, pero no hay muchos peces. El águila roja ha volado. Alguien sabe qué hacer. Y lentamente, regresa la calma. (O)

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