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El Telégrafo
*Fernando Falconí Calles

Volver a nacer

22 de abril de 2016 - 00:00

Según el Instituto Geofísico de la Politécnica Nacional, el sábado 16 de abril de 2016, a las 18 horas 58 minutos y 37 segundos, se inició un terremoto de una magnitud de 7,8 de momento sísmico (Mw). La misma fuente indica que este evento tuvo una duración de 60 segundos. Sesenta segundos que nos parecieron una eternidad. Cada familia, cada persona, tiene una historia que contar. Fueron momentos dramáticos que nos sorprendieron en diversos lugares. Seguramente, en lo que todos coincidimos es que nos sentimos vulnerables, frágiles, insignificantes, frente a las gigantescas fuerzas de la naturaleza. La energía liberada por un terremoto de 7,8 Mw puede ser comparada con la explosión de 1’250.000 toneladas de trinitrotolueno (TNT).

En Guayaquil, cuando la tierra dejó de temblar, nos quedamos sin energía eléctrica; en los minutos siguientes seguíamos vivos, que era lo que importaba. Luego de varios intentos, logramos comunicarnos telefónicamente con nuestros seres queridos. Estábamos completos. ¡Qué felicidad! Una vez que se restableció el fluido eléctrico llegaron las noticias por radio y televisión. Empezamos a darnos cuenta de la magnitud de la tragedia en Manabí y la zona sur de Esmeraldas. Frente al dolor por los muertos y desaparecidos, empezó a germinar ese noble sentimiento que aparece en los momentos difíciles: la solidaridad.

Mención especial merecen los rescatistas nacionales y extranjeros, quienes -desafiando el peligro, arriesgando sus propias vidas- no han descansado un solo minuto con el objetivo de encontrar alguna persona todavía con vida para sacarla de los escombros; extraerla de esos pequeños espacios que hierros retorcidos, piedras, cemento y bloques dejaron para que pudiese seguir respirando. Sepultados vivos, se aferraron a la vida; no perdieron la esperanza. Sí. Es el premio al esfuerzo. Es el premio a la ternura transformada en solidaridad. Según cifras oficiales, son 54 las personas que volvieron a nacer. En medio de las lágrimas que provocan los cuerpos que son encontrados ya sin vida, se dibujaron 54 sonrisas que premian la perseverancia. Ya lo dijo el Nazareno: “No hay amor más grande que el de aquel que está dispuesto a dar su vida por los demás”.

Las estadísticas de esta tragedia se incrementan cada día. Las cifras (en el momento que escribo este artículo) son: 570 fallecidos, 5.733 heridos y 163 desaparecidos. Cuando se inicie la etapa de reconstrucción, los GAD deberían aprobar las nuevas construcciones, siempre y cuando se presenten los correspondientes cálculos estructurales que garanticen que las edificaciones sean antisísmicas. Se debería también realizar la fiscalización técnica in situ. Así, de presentarse nuevos eventos, la afectación será menor en cuanto a pérdidas humanas y daños materiales. La capacitación ciudadana y los simulacros deberán incrementarse hasta que todos los ciudadanos, ciudadanas, adolescentes y niños, sepan exactamente cómo deben actuar -en forma disciplinada- en casos de emergencia.

Las cinco medidas económicas propuestas por el Ejecutivo ayudarán en la gigantesca tarea de reconstrucción.  Las secuelas del trauma colectivo que dejan eventos de esta magnitud deben ser tratadas por psicólogos y psiquiatras. Ecuador saldrá adelante porque es un pueblo valiente y solidario. Los 54 rescatados de los escombros, los que volvieron a nacer, constituyen una gran motivación. (O)

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