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El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala

Vivir de la gloria

21 de enero de 2016 - 00:00

Hay un adagio popular que siempre es bueno tener presente: ‘Date fama y échate en la cama’. Es que resulta frecuente que personas e instituciones que obtienen importantes triunfos en cualquier campo (política, deporte, arte, etc.), luego de lograrlos, se suben a una nube rosada o se duermen sobre los laureles. Se olvidan de los nuevos desafíos que la vida exige, y que habitualmente son más grandes que los superados. En este caso, de poco o nada sirven los lauros conquistados. La gloria es una deidad que casi nunca retorna.

Decimos esto con motivo de la celebración de los nueve años de gobierno del presidente Rafael Correa Delgado, que ha servido para una justa recordación de los beneficios alcanzados por el país y el pueblo ecuatoriano, al derrotar la ‘larga y triste noche neoliberal’, con su feriado bancario, la muerte del sucre, el entreguismo a la Oxy y Chevron-Texaco y al Fondo Monetario Internacional, la base norteamericana de Manta, el éxodo de tres millones de compatriotas, etc., etc.; en fin, décadas de miseria, abandono y desesperanza. De allí que sea procedente el regocijo del Mandatario y de Alianza PAIS al evaluar los nueve años de Revolución Ciudadana. Regocijo que lo hemos visto en el Parque Samanes, en Guayaquil, el 16 de enero, donde la multitud superó fácilmente la expectativa de 15 mil personas, proyectada para el caso. En la ocasión fue destacada la presencia masiva de mujeres y jóvenes, lo que es auspicioso para el porvenir. Pero allí mismo comenzaron notas que deben preocupar seriamente al Gobierno, y especialmente a quienes dirigen Alianza PAIS, porque -para citar ausencias importantes- no se vio presencia indígena significativa ni de población afrodescendiente o de montuvios, sectores fundamentales de la patria sin los cuales ninguna revolución es posible.

Sí, estuvo bien que participara un considerable número de adherentes y de funcionarios de nivel medio del Estado, porque ellos constituyen segmentos importantes de la construcción del nuevo Ecuador, pero el reto del futuro inmediato -las elecciones de 2017- exige una movilización más caudalosa y multisocial, que porte banderas de unidad, inclusión y decisión de plena soberanía. Para ello es imprescindible poner oídos abiertos a las críticas sanas que vienen desde adentro o de los sectores afines y que están señalando constantemente que en la gestión oficial y en la dirección política hay errores que se han convertido en vicios, y que se refieren a las lacras del sectarismo, la sobradez, el amiguismo, la tolerancia frente a la corruptela. A todo lo cual hay que agregar la presencia de autoridades incapaces y repudiadas por la ciudadanía, que no son todas, obviamente, pero que existen y forman un verdadero lastre en el camino que conduce a los nuevos triunfos.

Dormirse con las glorias alcanzadas, no emplear urgentes y profundos correctivos, facilitará el camino de la restauración conservadora-neoliberal que da muestras de aguda inteligencia, por ejemplo, al haberse reunido en Cuenca con Jaime Nebot a la cabeza, y postular un objetivo de gran alcance estratégico: conquistar la Asamblea Nacional, esto cuando es perfectamente claro que el proceso actual no dispone de suficientes cuadros para reelección o recambio, precisamente porque hay un ambiente de falso optimismo y un aire de sobreestimación por los nueve años de triunfos conquistados. (O)

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