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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Viernes Negro

02 de diciembre de 2015

Dos empleados abren la puerta y se hacen el quite. Entra una multitud de gente desesperada, a las carreras, abriéndose paso a patadas y a mordiscos como si en ello le fuera la vida… ¿refugiados sirios tal vez?, ¿cubanos que quieren aprovechar las últimas oportunidades de entrar a Estados Unidos con sus antiguos privilegios?, ¿presos que corren hacia su ansiada libertad? Pues no, nada que ver. Son simples clientes que quieren aprovechar las ofertas de Black Friday.

Una vez adentro, todo vale. Pegar, por ejemplo. En el momento de disputarse un electrodoméstico cualquiera, una prenda de vestir, un par de zapatos o cualquier cosa por el estilo, meterle un ‘cuesco’ o un piñazo al contrincante no deja de ser una mala idea, y si se lo puede noquear, mucho mejor. Dos hombres se lían a golpes en la entrada de uno de los almacenes. Un niño que va llevando tranquilamente una caja de zapatos es atacado por cuatro adultos que le arranchan su contenido y lo dejan llorando junto a una percha. Una mujer ataca de la nada a otra que va marcando su celular: la abofetea, la golpea, e incluso lanza obstáculos en su camino (carros de compras, cajas y fundas) para impedir su acceso a una de las perchas. La mujer atacada ni siquiera atina a reaccionar adecuadamente ante tan sorpresivo como absurdo ataque.

Dos hombres corpulentos forcejean por un televisor poniendo en peligro no solamente su integridad física, sino también la del aparato en cuestión. Todavía no se conoce el saldo en muertos y heridos, o por lo menos contusos, de esta siniestra práctica que ha ido tomando fuerza en los últimos tiempos. Las ofertas de Viernes Negro posiblemente sean uno de los medios de regulación de la población, si evaluamos objetivamente la agresividad que desencadenan en los visitantes de los almacenes que las ponen en práctica.

Surgen algunas preguntas: ¿cómo se lleva una la ropa de la talla exacta en semejante zafarrancho? Y esos zapatos… ¿serán lo que soñamos alguna vez, lo que realmente necesitamos, o simplemente los estamos adquiriendo porque es el Viernes Negro? ¿Para qué nos va a servir ese extraño aparato que exhibimos con orgullo, tal vez junto a un ojo morado, al salir de uno de los almacenes asolados por la voracidad del consumismo? Una sabia máxima de la economía familiar reza que solo se debería comprar lo que nos hace falta para vivir…

Preludio de la Navidad, la fiesta del amor y de la paz, las escaramuzas del Viernes Negro son la más ofensiva muestra de hasta dónde puede llegar la estulticia humana cuando no solo se la permite, sino que se la estimula. (O)

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