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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

¿Victoria o derrota?

24 de febrero de 2014

Sin conocer los resultados electorales de ayer, debe quedar claro que el proyecto político de la Revolución Ciudadana continúa. La oposición ha afirmado que hemos llegado a un punto de contrapoder, pero hay que recordarles que fue hace un año, el 17 de febrero, que este proyecto alcanzó una victoria política contundente en la que el pueblo ecuatoriano legitimó, una vez más, la ruta por la que debe transitar el país en los próximos años.

Estas elecciones seccionales y sus resultados son claves en cada uno de los territorios, su articulación con el Gobierno Nacional siempre en el marco de la Constitución y del Plan Nacional del Buen Vivir. La oposición no debe olvidar que no se aceptará ningún proceso de desestabilización porque serán las propias fuerzas sociales las que rechacen esos intentos.

Gobierno central y los gobiernos seccionales, opositores o no, deben trabajar bajo el espíritu de la Constitución, como mandato supremo del pueblo ecuatoriano, y rechazar todo tipo de invocación golpista. Ya vimos cómo en campaña afloraron los intereses más sórdidos aglutinados en presentar rostros nuevos con viejas ideologías, sobre todo la neoliberal, que se juntó en complicidad con la autodenominada izquierda radical carente de reflexividad.

Este es un tiempo de meditación política para la Revolución Ciudadana, no para cambiar los lineamientos mayores que conducen este proceso, sino para ajustar las estrategias y las tácticas ideológicas, políticas y comunicacionales. Urge ahondar en un tema que ya se planteó hace varios meses: la relación entre lo técnico y lo político. No se puede ser ingenuo en creer que tener el poder del Estado implica la garantía de continuidad de una revolución, sino que es necesario profundizar todas las formas de incentivo para la organización social, donde yace el poder constituyente; el poder más temido por las oligarquías y los actores políticos mediáticos. Este proyecto político debe avanzar en la consolidación de estructuras hegemónicas que fortalezcan todas las dimensiones de una democracia directa, participativa, radical y comunitaria.

Si una de las ambiciones es el cambio de modelo de desarrollo a través de la transformación de la matriz productiva, debe ser clara la necesidad de que esta no se reduzca a un asunto exclusivo de la economía, sino que enfrente los cambios necesarios en los patrones sociales del comportamiento, de la cultura, de la historia, etc., solo así será posible romper con los atavismos sociales de la dominación tradicional enquistada en las estructuras ideológicas de nuestra sociedad.

Por eso la victoria o la derrota es relativa a la claridad de lo que se ha caminado y de lo que falta aún por caminar. Hemos entrado en una segunda fase de la transición hacia el Socialismo del Buen Vivir; fase que tiene sus momentos difusos, que se contrarrestan con la confianza, la voluntad popular, pero sobre todo con el análisis y el pragmatismo que este proyecto político exige: Revolucionar la Revolución.

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