Ecuador, 19 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Samuele Mazzolini

Una chispa que sigue ardiendo

19 de mayo de 2015

El 15 de mayo se celebró el cuarto aniversario de la primera acampada en Puerta del Sol en Madrid. Durante esa noche de 2011 se engendraba el germen de una ola de protestas que habría sacudido el escenario político y social de España, modificando los imaginarios colectivos, removiendo viejas sugestiones e instalando nuevas, más apegadas al contexto de empobrecimiento y depredación financiera y democrática que vivía -y sigue viviendo- el país.

No se trató solamente de los miles quienes, heroicamente, desafiaron la represión y la disuasión de los poderosos en llenar las plazas, entonando eslóganes de nueva y afortunada acuñación. Se trató más fundamentalmente de un cambio cultural y del sentido común que interceptó incluso los que de las plazas se mantuvieron distantes: cundió en los cuchicheos de las cocinas de los hogares, en las conversaciones acaloradas de los bares, en los caricaturistas impertinentes quienes -tomando prestado un sugerente ejemplo de Íñigo Errejón- de repente se sintieron desautorizados en dibujar los jóvenes españoles como unos niños de mamá por no salir nunca de la casa de sus padres: es que lo que no les dejaba salir no era una supuesta holgazanería existencial, sino un sistema socioeconómico inicuo, pródigo hacia los pudientes, y avaro con los más vulnerables.

Si alguien me tuviese que preguntar cuál es el papel ideal de los movimientos, diría que justamente de eso se trata: de concienciar, de fabricar nuevos vocabularios capaces de cristalizar percepciones aún en fajas. Pero los movimientos tienen sus ciclos y es una quimera pensar que los pueblos puedan estar permanentemente movilizados. Cuatro años después, de los ‘Indignados’ no existiría huella concreta alguna si no hubiese sido por los que entendieron que esa protesta no podía quedarse confinada a la plaza. Que sin una organización sólida, un líder carismático, una transmisión institucional y un programa concreto de cambio, esa energía vital habría sido irremediablemente disipada.

Podemos es el heredero de los ‘Indignados’ en la medida en que ha logrado mantener, transformar y ampliar ese empuje popular. Por ese atrevimiento, ha sido el blanco de los ataques más despiadados e infames de quienes aspiran a conservar el statu quo. Su inicial crecimiento exponencial se ha arrestado ante la capacidad de un sistema que, pese a su crisis, dispone aún de recursos poderosos para contraatacar. Es un deber emancipatorio desenmascarar este aparataje y acompañar la lucha que Podemos ha librado para establecer una hegemonía alternativa a la de la casta y de la banca.

Sin embargo, varias escuelitas del ‘pensamiento’ ultraizquierdista han aprovechado estos días para atestiguar su anacronismo y veleidad. Saliendo de debajo de las piedras, juegan al ‘ya se lo había dicho’. Critican la estrategia de Podemos, la definen excesivamente electoralista, se indignan por la moderación del programa, se indisponen por la centralidad ocupada por la lucha anticasta, protestan por la pérdida de peso de los círculos, disputan a Pablo Iglesias su concepción de Gramsci, que algunos de ellos pintan en cambio como un marxista ortodoxo cualquiera.

Podemos seguramente ha cometido sus errores: humanos, inevitables, incluso sanos. ¿Pero cómo es posible no ver que ha sido justamente esa estrategia de unir el pueblo antes que las izquierdas, de hablar más a la abuela y al joven despolitizado que al militante, de partir de las demandas que más indignan antes de las que prescriben manuales empolvados la que ha permitido a Podemos hacer del 15-M la chispa de un fuego que sigue ardiendo? (O)

Contenido externo patrocinado