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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Un día como cualquier otro

12 de marzo de 2014

Los “días de…” causan sospecha. Más allá de la justicia de los homenajes a la madre, al padre, al niño, a la mujer o a los maestros, el día de algo también suele señalar aspectos neurálgicos en relación con aquellos a quienes se homenajea, pues como todo en esta vida, los homenajes también tienen sombra.

Parecería que estos días especiales en honor a algo o alguien se crean con el objetivo de recordar una efemérides, como sucede en el día del Maestro, al menos aquí en Ecuador, en donde el 13 de abril nacieron o murieron importantes personalidades de las letras o de la educación ecuatoriana y por eso se celebra el día del Maestro.

Sin embargo, otros días, como el de la Madre o del Amor y la Amistad, si bien apelan a nobles sentimientos de cariño y gratitud, parecen más bien invenciones del sistema para hacer su agosto en lo que a ventas se refiere. Basta observar cualquier edición de un periódico de un mes antes del día de la Madre: promociones de electrodomésticos a millares surgir (para que pueda trabajar el doble), promociones de rosas, de cosméticos, de lencería, de viajes… Una se pregunta siempre por qué no es igual con el día del Padre, en donde, si bien hay promociones comerciales, no se hacen con tanto entusiasmo ni con tanta anticipación.

Otro cuento es con el día del Niño. Cuando yo era pequeña, ni siquiera existía; pero hace un par de años el alboroto era tal que ni siquiera pude entrar al estacionamiento del centro comercial cercano a mi casa porque estaban festejando esta importante fiesta con payasos terroríficos, sobredosis de azúcar y comida chatarra en grandes cantidades.

Con el día de la Mujer ocurren extrañas disociaciones. Sabido es que esta fecha conmemora la muerte de más de 120 mujeres que perecieron en un incendio en una fábrica textil de Nueva York porque estaban protestando contra las inhumanas condiciones en las que se desenvolvía su trabajo. Pero durante mucho tiempo esta dolorosa conmemoración dio pie a que se nos venda ropa y se nos regalen chocolates y rosas en los supermercados, las farmacias y los restaurantes. Es decir: el mismo capitalismo desalmado que provocó el trágico suceso se tomaba cínica e impunemente la fecha para seguir lucrando a costa del recuerdo de una vergonzosa masacre.

En el día de la Mujer y en cualquier día, sería bueno preguntarse cuántas mujeres y cuántos hombres y cuántos niños continúan trabajando en condiciones de peligro e inhumanidad. Y dejar las rosas florecer en los jardines.

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