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El Telégrafo
Fander Falconí

Un canto para las criaturas

17 de junio de 2015

Este 18 de junio de 2015, el papa Francisco, cabeza de la Iglesia católica, con más de 1.200 millones de fieles en todo el mundo, presenta su carta encíclica sobre el cuidado del medio ambiente y la ecología, en la cual condena la tiránica explotación de la naturaleza y llama a los católicos del mundo a una revolución ética y económica, para prevenir el catastrófico cambio climático y la creciente desigualdad entre los seres humanos.

El título de la encíclica será ‘Laudato si’, en italiano antiguo, y cuya traducción al español es ‘Alabado seas’. Está tomado de un pasaje del Cántico de las Criaturas, una oración de Francisco de Asís dedicada a la naturaleza y que, según la tradición, compuso dos años antes de morir en 1226. Escrita en italiano antiguo, la frase será la misma para todos los idiomas, un detalle que rompe la tradición de los últimos papas, los cuales, en su mayoría, solían titular sus encíclicas en latín.

La encíclica liga al cambio climático con la pobreza y la riqueza. Uno de los principales asesores del Papa, el cardenal africano Peter Turkson, explica la visión de la Iglesia en esta encíclica: “La mayor parte de la población del mundo permanece en la pobreza, pese a la abundancia de recursos, mientras una élite privilegiada controla la mayor parte de la riqueza y consume la mayor parte de los recursos”.

El papa Francisco habla del “imperativo moral” de frenar el cambio climático, convirtiendo así a un tema económico y hasta social en una cuestión teológica. Sus palabras serán bienvenidas en los países pobres del mundo, pero causarán polémica en los países ricos y en los conservadores a ultranza. En Estados Unidos existen algunos ejemplares notables de estos últimos. Por ejemplo, el economista católico Stephen Moore, quien emplea un lenguaje poco académico al tratar el asunto, llamando al papa Francisco “un completo desastre” y acusándolo de ser parte de “un movimiento radical verde que es esencialmente anticristiano, antipopular y antiprogreso”.

La urgencia del momento exige manos firmes, no ser tibios, como advierte San Juan en el Apocalipsis. Los científicos nos advierten que hemos alcanzado el límite planetario y, sin embargo, el capitalismo salvaje insiste en dar un paso más hacia el abismo.

Se requiere la acción conjunta e inmediata de toda la humanidad, en especial de quienes tienen más capacidad para enfrentar la crisis. Pero la responsabilidad no debe repartirse en partes iguales, porque tampoco el lucro de quienes devastaron la Tierra fue repartido al resto. Los pobres son los que más sufren con el cambio climático, a pesar de ser los menos culpables de la contaminación del planeta.

Tan importante como reducir las emisiones nocivas de gases efecto invernadero es reducir las relaciones nocivas de poder. Ya no podemos vivir en un mundo donde el 1% acapara lo que necesita el 99 % de las demás personas. Peor todavía si ese 1% es el culpable de la agonía del 99%.

Ante la ambición desmedida de unos pocos, es nuestro deber como comunidad generar un compromiso vinculante en términos de derecho internacional. Esta encíclica debe ser el detonante del gran compromiso de todas las naciones para frenar el deterioro ambiental y fundar una relación más armónica entre la humanidad y la naturaleza. (O)

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