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El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala

Un canto de amor a los yanquis

22 de enero de 2015

El jueves 15 de enero tuvo lugar en Quito un evento singular: el lanzamiento del libro Testimonio de un comandante, que aparece con la bendición académica de Hernán Rodríguez Castelo. Su autor: el general retirado Ernesto González. El evento se llevó a cabo en los salones de la Asociación de Generales y Almirantes de las Fuerzas Armadas. Un lleno completo en el modesto espacio, destacándose entre los presentes figuras del gutierrato, como el coronel retirado Patricio Acosta, el coronel César Carrión -abogado con mandil de médico en la película terrorífica 30-S-, el general retirado José Gallardo Román, el dirigente amazónico Pepe Acacho, algún intelectual izquierdista, abogados vinculados a estos trajines, y un par de jóvenes con relucientes consignas políticas en sus camisetas: ‘No a la reelección presidencial-fraude’.

Aplausos, flores, abrazos y breve intervención del autor. Días antes del lanzamiento y días después, le llovieron invitaciones de los medios que todos los días lanzan fuego contra el Gobierno, el presidente Rafael Correa y la Asamblea Nacional, en medio de malabarismos donde González ataca y  defiende la obra del régimen.

En lo que sí resulta categórico el libro es en la defensa de la base militar norteamericana de Manta y el encomio a la labor del coronel retirado Mario Pazmiño, en referencia al período en que fungió de director de Inteligencia del Ejército, cargo del cual fue drásticamente separado por el presidente Correa a raíz de la agresión extranjera que sufrió Ecuador el 1 de marzo de 2008 en Angostura.  En lo relacionado con la base de Manta, el libro dedica varias páginas a una enorme valoración de lo bien que le fue a nuestro país en lo que corresponde a la persecución del narcotráfico desde aquella base entregada a Estados Unidos en agosto de 1999, sin que el país se diera cuenta, pues se hallaba conmocionado por el criminal Feriado Bancario decretado por Jamil Mahuad, mientras los aviones yanquis los bombardeaban en nuestro mar territorial, hundiendo lanchas de pescadores e inmigrantes ecuatorianos.

Tampoco Ernesto González nos cuenta que la base estuvo en parte manejada por el conocido organismo criminal llamado DynCorp, centro de mercenarios que los yanquis dispersan por el mundo entero, y que en Manta incluso comenzaron a reclutar ecuatorianos a través de una mujer local. Tampoco nos explica cómo se dio aquel diluvio de 5.500 vuelos de aviones yanquis desde la base, cuando es fácil adivinar que desde allí se contribuía a encender aún más la guerra interna de Colombia, como lo evidenciaron las repetidas declaraciones de militares colombianos y norteamericanos. Claro, el general retirado reconoce los grandes logros del gobierno de la Revolución Ciudadana en la persecución del narcotráfico, pero expresa lastimeramente: “Nunca el control será como cuando estuvieron los norteamericanos”.  Una apreciación que disminuye el valor de militares y policías ecuatorianos, y a la que solo falta agregar con franqueza el deseo de que vuelvan  a hollar nuestra soberanía nacional los superhombres yanquis.

En cuanto a sus elogios al coronel retirado Mario Pazmiño, González asegura: “Siempre consideré al coronel Pazmiño un buen profesional en el área de Inteligencia”. Luego, en diversas entrevistas de prensa, ha justificado que este oficial, durante su ejercicio, entregara información al Grupo Militar Norteamericano (CIA), pues se recibían diversos beneficios de su parte. González olvida que estos actos de deslealtad con las Fuerzas Armadas y, ante todo con la patria, constituyen actos de prostitución política. A más de que este señor Pazmiño, una semana antes del 30-S. Estuvo reunido en Miami con Lucio Gutiérrez, el banquero Roberto Isaías, Carlos Vera y otros, con senda toma de fotos y declaraciones anticorreístas, preparando el golpe de Estado que fracasó. En resumen, un libro que encierra un canto de amor al neocolonialismo yanqui sobre Ecuador y nuestra América.

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