Felizmente han disminuido tanto los que se creían los ‘salvadores’ de la patria como los que pensaban que necesitamos de ‘salvadores’ para poner a caminar recto a este, nuestro país. Ecuador es lo que lo estamos haciendo hoy entre todas y todos o lo que hemos dejado de hacer por él. Eso se llama política. La política es la organización de la convivencia nacional: si nos parece que el país está desorganizado es porque no estamos organizados. La culpa no es de los demás ni de los de arriba, sino de nosotros, nos guste o no nos guste. Preferimos pasar el tiempo y la vida en otras cosas y criticar el resultado de lo que no somos capaces de construir. Claro, en esto nos ayudan bastante los que se benefician de nuestra ignorancia, complicidad y desorganización… ¿Hasta cuándo?
Un país próspero es el resultado de su organización. Esta organización política se sustenta en dos grandes pilares: el Estado y las organizaciones sociales. Estos dos grandes pilares se unen para fundar o refundar la patria en lo que llamamos la Carta Magna, que es la máxima autoridad. La Carta Magna encarga el Estado para que organice el país con los representantes de las distintas organizaciones sociales del país. El Estado hace lo que quieren o lo que le dejan hacer sus ciudadanos.
El Estado está constituido por cinco instituciones o poderes, independientes unos de otros, que organizan el país. Está el Poder Legislativo, que posesiona al Presidente, dicta las leyes y fiscaliza al Gobierno. Está el Poder Ejecutivo, compuesto por el Gobierno, sus ministros y gobernadores, la Policía y el Ejército. Está el Poder Judicial, con la Corte Suprema, los jueces, fiscales, abogados y notarios que sancionan las infracciones a las leyes. Está el Poder Ciudadano, organizado por el Consejo de Participación Ciudadana, que vela por la defensa de los derechos humanos, nombra autoridades judiciales y electorales, y reconoce las veedurías que controlan todas las instituciones del país. Finalmente está el Poder Electoral, representado por el Consejo Nacional Electoral, que organiza elecciones de nuestras autoridades nacionales, provinciales y locales. Como lo vemos, hay muchos espacios donde se puede y tiene que participar, controlar y orientar.
La convivencia nacional, o sea, la política, es el resultado de nuestra organización o desorganización. Los lamentos son gritos de perezosos y cobardes que nunca han tomado en serio su vida ni la de los demás ni su fe en Dios. “El más grande -decía Jesús- es aquel que se pone al servicio de los demás”. Si no prestamos ningún servicio, Dios nos dirá como a Caín: “¿Qué has hecho de tu hermano?”… porque Dios sí nos pide y pedirá cuentas. Nos salvamos y nos perdemos juntos porque la solidaridad es nuestro destino para nuestro bien y para nuestra calamidad.
Decidámonos por una solidaridad política al servicio de la convivencia armoniosa. Es lo que sueña Dios para nosotros y nos acompaña en esta misión. Hemos descrito aquí la segunda rama del gran Árbol de la Vida, el amor y la comunidad, que es también el Árbol del Reino de Dios. (O)