En el siglo XXI no es posible pensar procesos revolucionarios, progresistas que consideren sostenerse en el tiempo si no fortalecen un frente comunicacional mínimamente regional. Este frente comunicacional es clave para disputar los diferentes escenarios de la opinión pública nacional e internacional. Bien sabemos que las grandes corporaciones mediáticas mundiales privadas actúan respondiendo a los intereses de los inversores, accionistas como al lobby político de las grandes potencias.
La iniciativa de Telesur es fundamental para la democratización de la información y la comunicación. Democratización que es un derecho, para que las sociedades no sean desestabilizadas por las élites burguesas y oligárquicas. Si Latinoamérica quiere sostener este ciclo de transformaciones, necesita robustecer todos sus procesos de integración y el comunicacional es necesario y urgente.
En este marco nació Telesur hace 10 años, con visión de romper el cerco mediático en que ha vivido la región y que en gran medida aún vive. Recordemos los intentos y golpes de Estado que se han dado y cómo los medios de comunicación privados intervinieron manipulando la información, generando escenarios para planes golpistas. No es coincidencia que los países con gobiernos progresistas estén sometidos a un permanente acoso mediático. Grandes conglomerados de medios impresos, televisivos, radiofónicos y de redes sociales, apuntando a deslegitimar a gobiernos democráticos.
Un ejemplo es lo que hace la Sociedad Interamericana de Prensa, aquella corporación privada de medios regionales que se ha convertido en un actor político potente con mil extremidades por todo el continente. Telesur entró a disputar, a romper ese monopolio, ese oligopolio transnacional capitalista. 10 años de esfuerzo necesarios para construir soberanía política en la región. La integración exige acuerdos comerciales, financieros, energéticos, educativos, de seguridad social y comunicacionales.
Es urgente expandir las plataformas informativas con enfoques no solo en las noticias de coyuntura, sino en un periodismo de investigación. Reportajes en profundidad para disputar los formatos enlatados del modelo anglosajón. Necesitamos estas multiplataformas para poner en escena la historia social, la memoria colectiva de los pueblos y nacionalidades de América Latina. Siempre estamos disputando esa memoria e historia sobre todo la historia que las élites vienen contando desde la época colonial. Una historia de mitos, falsedades, naturalizaciones que han hecho de una región, rica en recursos, una región con los peores indicadores de inequidad del mundo.
La historia social de la región ya no es la de los años sesenta ni setenta del siglo pasado. Nuevas condiciones políticas, nuevos escenarios, nuevos actores, nuevas armas discursivas se han lanzado como nunca antes para la avanzada neoconservadora, para recuperar sus privilegios de clase, estamento, casta. Telesur tiene tremendos retos para seguir existiendo y es responsabilidad de los Estados, de los pueblos, de cada ciudadano ser garantes de que la opinión pública no sea una ‘cosa’ privada sino el escenario de una radicalización democrática para el bien de las generaciones presentes y futuras. (O)
