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El Telégrafo
Xavier Lasso

Sumisión y voz popular

11 de septiembre de 2018 - 00:00

La reciente carta de Pablo Fajardo, ante el laudo del Tribunal Internacional de La Haya, es conmovedora. En la raíz de semejante sacudida está esa capacidad infinita de luchar, de no claudicar porque se habla en nombre de los pueblos.

Lo que hizo Chevron-Texaco en Ecuador es imperdonable porque mató físicamente a pueblos, contaminó ríos, dañó cientos de miles de hectáreas, afectó a peces y a tantas otras especies. Muchos ecuatorianos enfermaron de cáncer y la vida tendió a apagarse.

Pablo Fajardo y su gente no cederá, ya llevan más de 25 años luchando contra el poder inmenso de esa transnacional petrolera, de las peores en ese oscuro mundo, que cuenta con centenas de abogados y un poder económico que aniquila conciencias, las aliena, las compra.

A Fajardo le duele que ciertos funcionarios de gobierno y del Estado ecuatoriano de hoy en día, dejen de luchar, tiren la toalla y aparezcan más cercanos a Chevron y viertan, más bien, toda su ponzoña casa adentro y acojan las aberraciones que tiene el pronunciamiento del mencionado laudo. Laudo que reconoce la contaminación de la petrolera, pero que basado en un TBI (Tratado Bilateral de Inversión), que según Fajardo es el sustento mayor de la posición de ese Tribunal, que manda a no acatar lo que ordenó el juez ecuatoriano (supuestamente él no redactó su sentencia). Ese TBI fue firmado entre Ecuador y los Estados Unidos en 1997, la contaminación de la que habla la demanda de la Udapt (Unión de los afectados por las actividades petroleras de Texaco) tiene que ver con extracciones de hidrocarburos que arrancaron en 1964 hasta inicios de los noventa, cuando Texaco abandonó Ecuador en 1992.

Retroactividad jurídica que resulta inaceptable y que solo es posible porque esos Tribunales fallarán siempre a favor de los poderes del Norte y sus corporaciones. Por eso Brasil jamás ha suscrito TBI alguno, porque sabe que tal sometimiento no garantiza inversiones, digan lo que digan los burócratas de alto vuelo. En 1997 estaba en el poder Jamil Mahuad y bien sabemos cómo acabó con su discurso de las “armonías”.

Pablo Fajardo, abogado también, nos exhorta a actuar, a defender los derechos humanos de nuestros pueblos amazónicos, Siona, Siekopai, Kofanes, Shuar, Kichwas y también a los colonos agrupados en la organización que él representa. No puede haber otro camino.

Tal vez sería necesario añadir, vistos los tiempos que nos ha tocado sufrir, que aprendamos a sospechar de la narración única que se emite desde las grandes corporaciones mediáticas; es necesaria la voz popular ante tanta sumisión. (O)

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