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El Telégrafo
César Hermida

Solidaridad

23 de abril de 2016

La tragedia del último terremoto, cuya noticia ha circulado por todo el mundo, ha ido acompañada de la información sobre nuestra solidaridad. Esta es la herencia ancestral que va más allá de la reciprocidad del prestamanos para los apoyos puntuales, como la construcción de una vivienda, bajo el principio de ‘hoy por ti y mañana por mí’, e incluso más allá del trabajo plural de la minga para una obra de interés comunal. La solidaridad, destacada hoy, es un valor de la identidad nacional: dar sin esperar recibir. Es colectiva y supera la emoción del momento en que las lágrimas brotan o se contienen, mirando las imágenes de cientos de hermanos atrapados que fallecieron de inmediato o permanecieron heroicamente por horas y hasta días, con sus familiares afuera, afligidos, entre los cuales se cuentan también heridos hospitalizados. La solidaridad supera esa emoción para trabajar infatigablemente retirando escombros, o viajando para ayudar a retirarlos, o llevando a los centros de acopio los alimentos y vituallas para transportarlos de urgencia a las ciudades y pueblos afectados. La solidaridad es la emoción de sentirse agrupados, trabajando para los hermanos que han sufrido la pérdida de seres queridos, o sus viviendas, o sus negocios, o su empleo y, por lo tanto, sus sueños, que se han transformado en desesperanzas y angustias.

Todos se han movilizado en torno a las instituciones del Estado central, de los gobiernos autónomos descentralizados, de las instituciones académicas, de los barrios, para afrontar la tragedia y contagiarse de la resiliencia de la reconstrucción.

Como la naturaleza humana no es perfecta y tiene sus defectos, también hay gentes sin valores que tratan de robar porque sufren la enfermedad del latrocinio (a diferencia de otros que pueden tomar los alimentos por hambre). Y hay gentes aparentemente educadas que no pueden evitar la maldad de dar informaciones falsas y alarmistas, en corrillos o por vía electrónica, y hay otros que se hacen eco de ellas. Y hay twitteros que comparten el veneno que llevan en sus entrañas mostrando su odio a las autoridades, mintiendo y criticando sin fundamento. Pero casi todos, así como compartimos la alegría de los triunfos deportivos de las selecciones nacionales, o nos sentimos felices por los logros de otros deportistas individuales, o festejamos cuando alguien se destaca internacionalmente en las letras, la música o la pintura, también sufrimos solidariamente con los hermanos que sufren.   Pero juntos nos abrazamos para la reconstrucción. (O)

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