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El Telégrafo
César Hermida

Solidaridad con Mónica, Gustavo y Orlando

22 de agosto de 2015

Como lector de este diario, me ha dado mucha pena la ausencia de la columna semanal de los lunes de la estimada y admirada editorialista Mónica Mancero. Su vida, dedicada a la docencia y la investigación, le permitió contribuir con sesudos artículos en esta página. Los desentendimientos con el también estimado y admirado Director de este periódico, sin embargo, nos privan ahora de continuar leyéndola.

Es lamentable que, una vez desatado el hecho, de un lado y otro, algunas personas se pronunciaran más allá de las lógicas solidaridades, con frases y comentarios inadecuados.   Mónica y Orlando se merecen todo respeto por su trayectoria, ella en su campo, el Director en el suyo, con una vida de lucha valiente e inclaudicable.

En la difícil situación de comprender a cada uno, creo necesario reconocer que, después de dos años de contribuciones semanales, no era correcto descalificar la forma o el fondo de los artículos de Mónica, como tampoco hacer mención a la gestión de su esposo en la institución de la que fuera eficaz directivo. Gustavo Vega Delgado siempre cumplió funciones de altísima calidad en los diversos cargos que asumió, particularmente como rector de la Universidad de Cuenca y como presidente del Conesup en su mejor etapa institucional. Hombre ilustrado, de gran productividad literaria y académica, una de las personalidades más destacadas con las que cuenta el país, no debía ser aludido en el proceso. Muchas de las justas muestras de solidaridad con él, sin embargo, sirvieron también para que algunas personas se expresaran con frases y comentarios fuera de lugar, algunos incluso cargados de odio y sin otro afán que el de echar lodo sobre personas, instituciones y actores legítimos y valiosos.

Qué pena que se haya llegado a esta situación. Qué pena que, en momentos como este, la pasión política, en lugar de servirnos para construir, nos envuelva en una espiral de ofensas y odios entre ciudadanos comprometidos.

Pasados algunos días de este lamentable hecho, bien vale la expresión de nuestra solidaridad con Mónica, Gustavo y Orlando, con el enorme deseo de que consigan superar este impasse y, acaso con gran valentía, extenderse simbólicamente la mano de la reconciliación. Sus vidas y su calidad humana, su trabajo, su producción, lo ameritan, porque los ubican muy por encima de estos lamentables pero pasajeros incidentes. (O)

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