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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Socialismo y cultura

27 de abril de 2015 - 00:00

No existe proceso histórico, menos aún, los de carácter revolucionario, que no pase por grandes contradicciones, las cuales no están a merced de sus dirigentes sino que están en las estructuras mismas que dan forma al sistema social. Y de esas contradicciones de mayor dificultad y complejidad es la cuestión acerca de la cultura y su porvenir. Para el socialismo la cultura no es un tema secundario, anexo o que se reduzca a discusiones morales sobre el comportamiento de los individuos. No es un problema de visiones psicologistas, por el contrario, el tema de la cultura o las culturas es un tema que debe ser debatido en la misma dimensión de las cuestiones económicas o políticas. Entender la cultura como un tema de efectos de políticas públicas es reducir la riqueza social a una masa amorfa que requiere ser modelada a imagen y semejanza de cierto imaginario de la dominación. Nos guste o no el concepto de lucha de clases nos permite entender las luchas sociales por el reconocimiento que va más allá de la redistribución económica. Las culturas son producto histórico, son el todo y las partes que unen, forjan lo que somos como individuos y sociedad. La cultura es el campo de disputa por el poder ideológico y político. Es en ella donde se pone en juego las representaciones de la dominación y el carácter sacramental y profano del poder. Sin una revolución cultural imposible que cualquier revolución cumpla su cometido de transformar las estructuras de la dominación capitalista. El socialismo de principio exige que la cultura sea comprendida desde las relaciones sociales: la desigualdad, la injusticia, la inequidad, el agravio, la violencia simbólica y material que el capitalismo impone en los seres humanos con el objetivo de hacer alienable, expropiables sus comportamiento y así permitir la acumulación permanente de capital. El socialismo exige de la cultura la denuncia permanente de esa alienación. El comprender su estructura desde las condiciones materiales existentes y no las fantasiosas. No puede haber una revolución cultural bajo un sistema capitalista; quizás un reformismo democrático liberal que ponga tono a las personas para ser buenos cristianos y buenos ciudadanos, cuando lo que se busca es la emancipación, la autodeterminación del pensamiento como del espíritu. El socialismo reconoce las diferencias, las diversidades culturales, combate el falso igualitarismo socialdemócrata de hacer de todos una gran masa disciplinada, no pensante. El socialismo impulsa la diversidad, la diferencia, las contradicciones que siendo comprensibles nutren objetivos sociales superiores que van más allá del egoísmo individualista del capitalismo liberal o neoliberal. No hay revolución que pueda tener futuro si no revoluciona las culturas, si no revoluciona todos los campos culturales. Pero esas transformaciones suceden, se impulsan desde las bases de la sociedad y se consolidan en las políticas públicas de un gobierno revolucionario que al principio y al final es un medio. Vivimos con impulso una disputa de culturas circundada por el crecimiento económico, políticas redistributivas pero culturas de consumo suntuario que se afianzan con fuerza. Ya es hora de un quiebre cultural para un socialismo del buen vivir. (O)

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