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El Telégrafo
César Hermida

Sobre el liderazgo

13 de febrero de 2016

Hace mucho en un artículo ‘Gestión y liderazgo’ (título de un libro nuestro), señalamos que el líder ejerce su autoridad tomando decisiones, a veces difíciles, de manera valiente, jugándose su propio prestigio y riesgo; enfrentando y resolviendo con habilidad los problemas. Dijimos que el liderazgo y la autoridad no es solo el poder legal de la firma ni el hecho de presidir reuniones de alto nivel, sino dirigir resolviendo los problemas de manera firme, pero también de manera emocional, afectiva, con simpatía. Estas últimas cualidades constituyen el carisma, el entusiasmo que contagia a los seguidores.

Un bondadoso lector (porque, aunque critiquen, tienen la bondad de leer y escribir) sostenía entonces que, aunque no aparecía el nombre del líder que lo inspiraba, era claro a quién se refería (pero el libro se había publicado dos décadas antes del actual gobierno). Pablo Estrella sostiene en el artículo ‘Acerca del liderazgo’ (del libro 120 reflexiones sobre la vida, El Tiempo, Cuenca, 2015), seguramente pensando en ejemplos concretos, pero sin dedicar a nadie, que “los grandes líderes son personas muy movilizadoras, despiertan nuestro entusiasmo y alientan lo mejor que hay en nosotros. Los grandes líderes son personas que saben manejar las emociones. (…) El líder es la persona a quien los demás recurren en busca de la convicción y la claridad necesaria para hacer frente a una amenaza, superar un reto, llevar a cabo una determinada tarea (…) encauza hacia el optimismo y la superación de la adversidad”.

En la historia hubo líderes manipuladores que movieron a las masas emocionalmente, no para propuestas éticas, sino para su interés y vanidad. Uno, en la culta Europa, produjo una guerra mundial, otro, culto, entre nosotros, retornó varias veces al poder.

El líder ético tiene doctrina, está enamorado de ella, tiene pensamiento positivo, trabaja y toma decisiones ‘en’ equipo y ‘con’ equipos, los aglutina, ama los desafíos, es buen gerente, cuida que no le ahoguen ni la antesala ni las reuniones infructuosas ni la papelería sobre su escritorio. Tiene visión, valores, vigor, pensamiento profundo, es optimista, parece invulnerable, piensa en positivo, resuelve los problemas, entusiasma. El liderazgo y el carisma no se heredan, se pueden adquirir y cultivar. Una limitación del líder es que no permite que nadie le haga sombra, por eso no suele cultivar a sus herederos. A un buen líder se le extraña cuando parte, por eso es imprescindible cultivar la formación de nuevos líderes. (O)

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