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El Telégrafo
Melania Mora Witt

¿Se globaliza la derecha?

30 de abril de 2016

Según algunos analistas, con la caída del Muro de Berlín se inició la globalización. Para otros, esta es sinónimo de la mundialización del imperialismo y una etapa de este. El fin del llamado socialismo real, pareció marcar, según Fukiyama, el fin de la historia y el arribo a un escenario en el cual quedaba abierta una sola vía: la capitalista y en ella un modelo, el neoliberal. En el cuarto de siglo transcurrido, los resultados han sido -entre otros- el dominio absoluto del capital, el desmantelamiento del estado de bienestar (en Europa), y el agravamiento en ese continente del desempleo y la pobreza.

Ante aquello, parecía imponerse una vigorosa reacción por parte de las fuerzas progresistas. Lo alarmante fue el afianzamiento de la derecha- Alemania, España, Reino Unido-, y la amenaza creciente de una ultra lindante con el fascismo -Francia, Italia, Dinamarca-. En la Unión Europea se fue imponiendo el conservadorismo y la ‘delgada línea roja’ entre la socialdemocracia y los partidos reaccionarios se hizo cada vez más tenue. La UE, cada vez más dependiente de Estados Unidos, se sumó en bloque a sus decisiones bélicas y económicas. El proceso de asimilación de Europa parece culminar con la suscripción de la Asociación Trasatlántica de Comercio e Inversión (TTIP), casi resuelta por Merkel en la última cumbre celebrada con el presidente Obama y los mandatarios de Francia, Gran Bretaña e Italia, pese a la oposición de miles de pequeños productores y ciudadanos de a pie.

Entre los objetivos no declarados, pero manifiestos, están el debilitamiento de Rusia -por ello el apoyo bélico a Ucrania- y, finalmente, de China, cuyo avance es una real amenaza al poder omnímodo estadounidense. En el medio se han topado con el autodenominado Estado Islámico, a cuyos promotores ayudaron y armaron en Afganistán, Irak, Libia y Siria.

El escenario actual no puede ser más oscuro. Por primera vez desde la II Guerra Mundial, la ultraderecha triunfa electoralmente en Austria, con Hofer, en primera vuelta; igual acontece en Serbia. Una ola xenófoba se extiende por el Viejo Continente y no hay excepciones en el maltrato a miles de inmigrantes que huyen de la guerra y la miseria. En Estados Unidos la contienda electoral tiene como protagonistas al innombrable representante del Partido Republicano, que gracias a sus ofertas de construir un muro frente a México y buscar la preeminencia bélica de su país, es ya el candidato seguro de ese sector. Entre los demócratas, Hillary Clinton con los ‘votos calificados’, aventaja a Sanders, que viene dando una lección inesperada de clara conciencia progresista. Ella ha apoyado las guerras desatadas en lo que va del milenio y no hay nada que garantice un cambio de rumbo si es elegida -y eso que representa no el mal menor, sino el único deseable-.

La ‘peste’ se propaga a América Latina: Argentina, Venezuela y sobre todo Brasil demuestran el poder del imperio aliado a las poderosas burguesías sudamericanas.

La esperanza está en que los pueblos despierten y, a lo largo del mundo, hagan sentir su fuerza. (O)

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