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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Ríos contaminados

30 de junio de 2016 - 00:00

El río Guayas es uno de nuestros cauces fluviales más importantes, tanto por su relevancia geográfica, como por su influencia económica y social. En sus orillas se aposentan millones de ecuatorianos, que beben sus aguas, transitan por su cauce y se alimentan de las tierras fecundadas por este gran río. Con razón, largas reflexiones se han ensayado sobre su significación para la sociedad y la historia ecuatorianas, simbolizada incluso en la imagen de nuestro escudo nacional.

De ahí que a todo el país le haya dolido el derrame de residuos petroleros causado por una empresa privada y denunciado por las autoridades locales y nacionales. Pero esa agresión al río, que merece una dura sanción legal, no debe ser tomada como un acto casual y único, sino como parte de una sostenida contaminación de sus aguas, causada desde hace tiempo por variados culpables.

El complejo fluvial que finalmente da lugar al río Guayas sostiene en sus orillas a una enorme población, que bebe de sus aguas, pero también las contamina con sus desechos orgánicos y buena parte de su basura no procesada.

A eso se ha agregado, en las últimas décadas, la contaminación causada por variados desechos tóxicos, procedentes de fábricas instaladas en las orillas de sus ríos y, sobre todo, de las plantaciones agroindustriales de la región, que son fumigadas con variados productos químicos que finalmente van a las aguas.

Recuerdo con nostalgia la variedad y abundancia de los peces de agua dulce que en mi infancia se extraían del río Babahoyo y sus afluentes: bagres, barbudos, bocachicos, ciegos, corvinas, damas, guanchiches, lizas y otros. Hoy siguen existiendo esos peces, pero están afectados por la contaminación de esas aguas, lo cual impide una mayor y mejor comercialización de la pesca fluvial.

Similar afectación sufren los ríos de la Sierra y el Oriente, donde la amenaza mayor la constituye la minería llamada artesanal, que utiliza técnicas verdaderamente primitivas, como el uso de mercurio y cianuro, lo que termina por envenenar las aguas de esos cursos fluviales y afectar a la población ribereña, que bebe de ellas.

Sin duda se han hecho esfuerzos por parte del Estado para combatir esas diversas causas de contaminación fluvial, pero nos parece que todavía son insuficientes. Por lo mismo, resulta urgente e indispensable que el país entero, con sus autoridades centrales y municipales a la cabeza, emprenda una sostenida campaña de educación ambiental, orientada a proteger nuestros ríos de la contaminación que los afecta.

Parte de esa campaña debe consistir en un esfuerzo de las municipalidades por controlar el procesamiento de las aguas servidas y los vertidos industriales. Y para ello deberán comenzar por registrar y vigilar a todas las fábricas, empacadoras y empresas de diverso tipo que se asientan junto a los ríos, muchas veces con el único afán de liberarse fácilmente de sus desechos.

En caso contrario, en poco tiempo más tendremos cloacas en vez de ríos y nuestra vida colectiva se verá afectada gravemente. (O)

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