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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

Retrato de otros golillas

06 de julio de 2016

Son los golillas del día después de mañana, de la presagiada devolución conservadora. Por estos miércoles de San Juan andan alebrestados y se muestran totales y nítidos, como para que nadie se engañe de sus intenciones de poquedad social con el pueblo de necesidad, aunque ocultan el gancho de derecha con caricias de izquierda. No son imaginarias las golas de alcurnia, les cuesta olfato y paciencia política tanta ciudadanía común repensando esas vainas de derechos colectivos (¿qué diablos es eso?), las barriadas revolviendo la sopa de la participación en las cosas del Estado y aquellos venidos de barrio adentro consiguiendo oportunidades. Los golillas saben que hay fallos progresistas y no pocas veces el guiso se complica, pero se transita por otra vía; por conciencia o intuición se sabe que las más andadas ya no son favorables.

El golilla latinoamericano del siglo XXI se muestra diverso y nada divertido, modernizado a la altura de la rueca, algo audaz para repetir arcaísmos y por ahí riega un poco de pimienta en el desabrido neoliberalismo económico de sus prédicas diarias. El golilla más antiguo ancla razones y desazones en una recompuesta ideología antisocialista; es fácil reconocerlo porque no suelta el caramelo ácido del socialismo del siglo XXI, tanta obsesión que parece dulzura gástrica. Al capitalismo sin importar su salvajismo con adjetivos como ‘popular’ o con ‘rostro humano’. A veces es polilla en su terquedad de ansiar desgracias para los pueblos de sus países y estos retrocedan en historia y tiempo, aunque, claro, que ocurren crisis, nada que no sea propio del capitalismo y el comején no lo sepa.

El golilla menos antiguo es caradura porque cree que todo lo bueno viene de más allá, de las citys y nada bueno llueve por acá solo ‘ideas atrasadas’. Esta clase de golilla esconde su conservadurismo con oscuras fórmulas liberales aprendidas en libros glorificadores de la ‘mano invisible’ de los mercaderes. Mientras se arregla la corbata de seda se apasiona en argumentar su menosprecio elegante a la jodida gente que quema suela buscando una oportunidad que tarda en llegar y reniega que vote al progresismo sin importar sus defectos o virtudes. Este golilla es reaccionario y sofisticado en forma y fondo, presume sentirse convocado a juntarse con su pueblo al que distingue lejano, borroso y desconocido como no sea en ciertas estadísticas de las ganancias. Con otros golillas, en plan evolutivo y postergando el darwinismo social, dan sus paseítos por las calles amagando rebeldía y hasta se saben frases izquierdosas y las sueltan para impresionar auditorios desprevenidos. Tres palabras tienen en la punta de la lengua para conversar: democracia, libertad y mercado.

El golilla de ahora no es mejor que el de antes, la diferencia es la época. Están con un pie en lugares como Miami o ciudades donde se sienten cómodos hablando basura de sus países y el otro pie en el aire listo para completar el salto definitivo. (O)

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