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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Retos del crecimiento urbano

04 de septiembre de 2014

Uno de los mayores problemas que enfrentan las ciudades que crecen es el de la propiedad de las tierras de expansión. A veces son tierras de uso agrícola que cambian rápidamente de empleo social, pero en la mayoría de los casos son tierras acaparadas previamente por especuladores. También hay el caso de tierras ocupadas de hecho por pobladores sin tierra, movidos por ‘profesionales de la invasión’, que extorsionan tanto al propietario como al ocupante.

Las municipalidades actúan como si no vieran lo que pasa a su alrededor, a veces por pura dejadez y quemeimportismo, pero en ocasiones porque en su propio seno actúan especuladores profesionales, devenidos munícipes o funcionarios urbanos al vaivén de la politiquería. Eso explica que los municipios no tengan frente al crecimiento urbano otra política que la de ‘dejar hacer y dejar pasar’, como si ello fuera un negocio particular de los empresarios urbanizadores o una simple aventura política de los promotores de invasiones.

Pues nada más errado que eso. Una municipalidad inactiva, que cierre los ojos frente al desordenado crecimiento de su ciudad, se encontrará de pronto enfrentada a problemas inmanejables, que superen su capacidad de acción y resolución. Y entonces no bastará la política populista, de pequeñas obritas por acá y acullá, hecha para engañar a incautos, a los que previamente se les ha inculcado, con ayuda de los medios, la convicción de que ellos no son ciudadanos con derechos, sino recién llegados, migrantes no deseados, fuereños que deben conformarse con migajas.

Se desmorona ante el embate de la realidad la anticuada y egoísta visión de las ciudades, según la cual una urbe es propiedad exclusiva de las viejas clases, de los grandes apellidos que la ocupan desde hace siglos y que están consagrados en la nomenclatura urbana.

Las ciudades de hoy son realidades surgidas al calor del crecimiento poblacional, del desarrollo capitalista, del impulso vital de nuevas clases, grupos sociales y familias. Las nuevas megaciudades que surgen entre nosotros son el resultado de una historia reciente, de más de medio siglo atrás, en la que se entremezclan las energías e iniciativas de migrantes nacionales e inmigrantes extranjeros, las exigencias y necesidades de nuevas generaciones, las ilusiones de nuevos tiempos.

Son el rostro de un nuevo país, dueño de nuevas fuerzas y aspiraciones, y simbolizado por nuevos rostros y nuevos apellidos. Hace apenas veinte años parecía imposible pensar en un Ecuador moderno y desarrollado, porque todo nos empujaba hacia atrás, hacia abajo. Pero el país se cansó de aquel aire colonial y subdesarrollado, de aquel espíritu aldeano, de aquella vocación por el atraso. Y aquí estamos, buscando apuradamente soluciones para una modernidad que nos envuelve, emociona y conmociona.

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