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El Telégrafo
Fernando López Parra

Repensar todo

08 de octubre de 2020

Todos los indicadores económicos y sociales que miden el desempeño de los países y el de las regiones confirman que tendremos pésimos resultados en el 2021 y que se agudizaron por la pandemia. Las variables más criticas de los patrones de desarrollo regional evidencian un dramatismo pisco político, como lo denomina Patricio Rivas, docente del IAEN. Los déficits históricos de desigualdad, inequidad redistribución serán contrarios a cualquier meta de desarrollo.

 Los desafíos ante un panorama totalmente nublado y con herencias de una deuda de arrastre del ciclo liberal de las últimas décadas y de nuevas variables críticas, que han emergido en los últimos años y singularmente en el 2020 son complejos. Se observa la difícil incorporación de las poblaciones a los fenómenos culturales y tecnológicos de la modernidad, se debe agregar la falta de acceso a los bienes y servicios; se trata de una situación, que desde el punto de vista de los derechos sociales es grave, y desde el ángulo de la estabilidad nacional, es acumulativa y crítica. Somos una región fundamentalmente joven (según la CEPAL el 50% de la población de América Latina se encuentra entre 15 y 29 años de edad), pero la mayoría de estos dudan que podrán vivir, mejor que sus padres.

 Por esto, los desafíos de las deudas sociales pendientes han generado originales colisiones provenientes del cruce entre mayor educación y menos oportunidades de bienestar, mayor información cultural y mayor violencia. Mayores coberturas de salud y atención primaria, y mayor consumo de drogas de diversos tipos. Aumento de las demandas mundializadas por una vida mejor y menores opciones efectivas y duraderas de empleo. La vida material, cultural y psicológica, está sometida a altas tasas de incertidumbre, lo que genera fenómenos delicados de salud mental y física de la población.

 Sin duda, se coloca en seria discusión los modelos de desarrollo, de democracia y de bienestar del Estado latinoamericano, no hemos conseguido hasta el momento insertarnos en la economía mundial por la insistencia fallida de instaurar un modelo primario agroexportador y un desarrollo industrial de bienes materiales, por lo general de poco valor agregado en términos de innovación, tecnología y ciencia.

Por otro lado, el Grupo Latinoamericano de Administración Publica -LAGPA- ha verificado que las organizaciones estatales de la región se caracterizan por una débil institucionalidad y ausencia de políticas públicas innovadoras, que canalicen respuestas eficaces a las crisis. Que la administración pública obedece a visones patrimonialistas de los políticos de turno y que es muy vulnerable a la corrupción que promocionan históricamente ciertos sectores privados.

 No queda otra, que repensar los modelos del discurso de la política, de que hay que considerar que la economía es básicamente social y que la educación en todos sus niveles tiene que ser solidaria y moderna; lo que implica, grandes consensos de desarrollo de largo plazo, sobre aspectos prioritarios que suponen inversiones de capacidades humanas y financieras; pero, por otra parte, programas e instituciones en condiciones de asumir las contingencias semejantes al covid-19 y las deudas históricas que cargamos como sociedad.

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