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El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala

Remezón

06 de marzo de 2014 - 00:00

Hay que darle un fuerte remezón a la estructura de Alianza PAIS (AP), según el término utilizado enérgicamente por el presidente Rafael Correa la misma noche del 23 de febrero, vistos los resultados electorales. Remezón, en este caso, dirigido al cambio de mandos políticos y orientaciones para superar el sectarismo y el falseamiento de la verdad respecto del verdadero potencial orgánico propio. En Quito  se dio el dato de más de mil comités revolucionarios, cuando no llegaban a cuatrocientos. Esto entre otras tantas fallas de bulto.

Desde luego, no se trata de proponer la guillotina para los responsables, pero sí de apartar de puestos clave a quienes entorpecieron alianzas posibles y necesarias, birlaron decisiones de las primarias o no convocaron a estas, auspiciaron candidaturas deleznables o deplorables, validos del amiguismo, la parentela y el compadrazgo. De allí que el remezón anunciado por el líder de la Revolución Ciudadana ha sido acogido con aplausos y esperanza por militantes y simpatizantes de la causa.

A propósito, la propuesta lanzada luego del 23 por el dirigente del Partido Socialista, y asambleísta a la vez, Fabián Solano, encaminada a la Asamblea Nacional y que postula una reforma constitucional para permitir la reelección presidencial indefinida, luce como otro brote de sectarismo. Y de sectarismo mayúsculo, pues se la formula sin siquiera consultar previamente a las bases del partido, menos aún a la organización del presunto candidato a la reelección, Rafael Correa, y mucho menos a los actuales y potenciales aliados del proceso político que tendrá definiciones concluyentes en las elecciones de 2017.

Con ser legítima la propuesta y hallarse dentro del derecho constitucional, asoma como inoportuna y precipitada.

No se trata de proponer la guillotina para los responsables, pero sí de apartar de puestos clave a quienes entorpecieron alianzas posibles y necesarias.Este rato, el país -y por tanto la Revolución Ciudadana- tiene otras urgencias, tales como la consolidación orgánica del conjunto, la afirmación de alianzas, el combate a la corrupción gangrenosa que corroe a varias entidades, el freno a la inseguridad, la unificación del país contra la insolencia imperial de la Chevron, el desenmascaramiento de la conspiración golpista que se oculta pero repta por todo lado, la defensa de la integración latinoamericana que se intenta destruir a través de la guerra civil y el intervencionismo imperialista que se busca armar en Venezuela. Esto y mucho más, como la ampliación y consolidación de las políticas sociales, del Buen Vivir que tanta falta hace para las mayorías de la ciudad y el campo, para la juventud, la mujer, los desempleados.

Frente a tan vasto y aún incompleto panorama de exigencias, cuando apenas se ha iniciado la verificación autocrítica de las recientes elecciones y son todavía escasos y débiles los puentes unitarios, la propuesta socialista, de tan grueso calibre, conlleva el riesgo de inacabables y desgastadores debates que beneficiarían a la derecha, que cuenta  con tremendo arsenal mediático para acusar a Rafael Correa -aunque él no sea responsable de la propuesta- de pretensiones de emperador eterno, populista a tiempo completo, imitador de Chávez, Evo Morales y Daniel Ortega, quienes a su turno obtuvieron en sus países similares reformas, perfectamente oportunas y justificables.

Prueba de lo que afirmamos es que al día siguiente de la propuesta se inició  en este sentido la campaña mediática con caricaturas ofensivas, chistes malsanos y editoriales ‘serios’. Con todo lo cual se puede prever que el tiro socialista, en vez de dar en el blanco -en el pecho de la oposición derechista-, bien podría resultar un tiro por la culata.

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