Ecuador, 15 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Raúl, el poeta

28 de octubre de 2015

Escucho con la garganta oprimida la lectura del poema ‘Padre, ¿extraviaste nuestros nombres, acaso?’, de Raúl Vallejo. Recuerdo otras lecturas, por ejemplo, el genial ensayo sobre la ausencia del padre como una constante en la historia de la humanidad del psicólogo canadiense Guy Corneau, ‘Hijos del silencio’. Pero el ensayo va al pensamiento, y aunque las ideas expresadas pueden llegar a conmover por su contundencia y más que nada por las verdades que enuncia, la poesía manda ganchos directos al sentimiento, incluso a las impresiones físicas y sensoriales.

Me gusta mucho citar una frase de Manuel Vázquez Montalbán respecto de las primeras canciones de Joan Manuel Serrat. Dijo que el arte de un cantor popular es poder decir con palabras exactas aquello que muchas personas han sentido, pero que pocas podrían expresar con tanta precisión y belleza. Y eso es lo que me pasa cuando escucho a Raúl Vallejo leer el mencionado poema y otros de su excelente libro Memorias del Tabernario. Dice lo que hemos vivido, lo que hemos sentido, lo que hemos sufrido y lo que hemos gozado: las pérdidas a que nos somete la vida, unas más devastadoras que otras; la indignación ante la sombra de un mundo que castiga la solidaridad y llama libertad a cualquier cosa menos a lo que realmente es; el sentido de la poesía en un tiempo que no parece bueno para ella; los deseos inconfesados que, sin embargo, se confiesan sin pudor en el poema, porque entre versos y metáforas hasta las más sórdidas confidencias parecen canciones de amor, y en el fondo tal vez lo son, por doloroso que resulte.

Ya lo dijo, en palabras de un personaje, el genial escritor colombiano Jorge Franco: todas las novelas, aunque aparentemente no lo sean, son historias de amor. Igual la poesía: todos los poemas, aunque no lo aparenten, le cantan al amor. Con nostalgia. Con vacío. Con alegría o gratitud. Y cuando se desgarran en palabras que laceran, cuando acusan o lamentan ausencias que no tenían que haber sido, los poemas también son poemas de amor. Por ejemplo, del desgarrado amor de un hijo, adulto ya, por su padre ausente. Lo que más allá de cualquier decepción en el amor de pareja puede marcar la vida para siempre. Lo que el niño que se lleva dentro tal vez no pueda nunca comprender ni asimilar, salvo a través de la poesía, y esa es, en el fondo, la mayor lección de Raúl Vallejo, maestro y poeta: la poesía sana, tanto a quien la lee como a quien la escribe. Y viceversa. (O)

Contenido externo patrocinado