Las élites dominantes ecuatorianas y ¿por qué no decirlo? del continente, en su demanda mesiánica de poder y riqueza, reinventaron providencialismos casuísticos, y desde y antes de nuestra independencia, solventaron sus propios proyectos de poder y despojo de las mayorías ciudadanas. Apoderándose del mando de la república, durante más de dos siglos de teoría y práctica de expoliación a veces mística y tiránica; en ocasiones de desenfadado saqueo del tesoro público y de vulneración de DD.HH., y en otras, cobijados en el ropaje vicioso de los desgobiernos populistas y cuartelazos, fijaron el incumplimiento de los altos postulados nacionales, dejando al margen del progreso a múltiples generaciones. Aunque en justicia, debemos reconocer y relievar paréntesis civilizatorios de los gobiernos de Alfaro y de unos cuantos mandatarios civiles o militares.
Y es que la historia de la patria se encuentra jalonada de hechos luminosos y trágicos, de gestas libertarias y viles renunciamientos. Frente a sucesos vitales para la población y de florecimiento del país, estuvieron y están quienes, como clase, jamás aceptaron los cambios que permitieran el auge de la libertad, la justicia y la ilustración de las masas populares. Oponiéndose en todas las formas, aun utilizando las ilícitas del crimen y la conspiración, la reacción conservadora tiene su propio devenir en Ecuador. Cronología fidedigna, recuento aciago de una tragedia que registra acciones abominables contra los pueblos: masacres, impunidad, fraudes, injusticia, violación de derechos, desde siempre la derecha política, hermana siamesa de la derecha económica, que no están en universos paralelos, sino perennemente fundidas en su afán de dominio, tiene ejemplos fundamentales de su historial siniestro. Enumeraremos unos cuantos, relevantes y fehacientes: la estirpe del 10 de agosto de 1809, que dio luz al continente para la emancipación, fue ahogada en sangre luego de un año, por el contraataque monárquico; el triunfo de la Alfarada, calcinado en la ‘Hoguera Bárbara’ lustros después, gestada por los ultramontanos y su prensa; las matanzas del 15 de noviembre de 1922, y el 2 y 3 de junio de 1959. La Constitución del 45, fruto de la lid del 28 de Mayo del 1944, contra los reos de la mutilación territorial, hollada el 30 de marzo del 46. Testimonios cardinales de qué es la restauración conservadora y cómo actúa y que, a la sazón, aspira a recuperar su poderío, cobijada en la bancocracia y la prensa mercantilista.
Hoy, cuando se construye un Estado constitucional y social de derecho, con oportunidades para que todos puedan gozar de salud, educación, justicia, seguridad y trabajo, que corresponde a un sistema ideológico de libertad y dignidad para la totalidad del conglomerado social. Ideario que se basa en la defensa de la soberanía nacional, los recursos naturales, abierto al orbe con cultura propia y moderna infraestructura, física e institucional. Aquel donde esencialmente es el pueblo el que manda, que es viga maestra del socialismo del Buen Vivir, cuya arquitectura está en marcha. Este régimen, que devolvió la esperanza al Ecuador, es el que ahora constituye el objetivo a destruir por los eternos complotados. El modelo político de Revolución Ciudadana -encuentro con el humanismo cristiano-, ideal por el que los ecuatorianos hemos luchado desde siempre, en procesos complejos de centurias con reveses dolorosos y pocas victorias significativas, tal como lo señala la historia, es el proceso a defender, aun y a pesar de los emboscados de dentro y fuera del actual Gobierno al que buscan derrotar. No pasarán jamás. Nunca más volverán.