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El Telégrafo
Edmundo Vera Manzo

Proyecto nacional, la autoridad, el liderazgo, el consenso, los intereses particulares y egoístas

27 de agosto de 2016

La equivocada, inoportuna e insensible expresión de un alto oficial militar que habló de socializar, lograr un consenso y, de no ser así, archivar las reformas al Issfa, me invita a pensar en voz alta y señalar lo fuera de lugar de la mencionada expresión en este momento de crisis económica mundial, causada por grupos económicos y de poder que concentran la riqueza en pocas manos, mientras la mayoría sobrevive miserablemente, sufriendo todas las formas de inequidad y exclusión. La gran tarea de la humanidad es la lucha contra la pobreza causada por la inequidad o también podemos decir contra la inequidad que produce la pobreza. El 1 por ciento de la humanidad acumula más riqueza que el 99 por ciento restante.

En Ecuador, la caída de los precios del petróleo y las materias primas exportables ha presionado al Gobierno a emprender algunas medidas contra inequidades existentes, y falta realizar otras más sobre la plusvalía, las herencias y la riqueza. Ninguna institución ni persona debe tener más derechos y privilegios que otras, sin excepciones, incluidas las Fuerzas Armadas, policiales y los más ricos. Ecuador tiene un norte, un proyecto nacional, el Buen Vivir, señalado en nuestra Constitución, que orienta las leyes secundarias, instituciones y ciudadanos.

La Constitución establece los deberes, derechos, autoridades y las formas de dirigir las instituciones. La autoridad es un derecho a gobernar a las personas que se encuentran subordinadas. Una autoridad no debe discutir con sus subordinados en la estructura jerárquica y le corresponde tomar las decisiones en el cumplimiento de las disposiciones vigentes. Es injusto, inequitativo y excluyente que personas e instituciones de igual jerarquía y requisitos se jubilen, reciban retiros, alimentación, vehículos, lugares de recreación, etc., y otras no. En los últimos años se ha ido corrigiendo estas inequidades. Y se debe continuar.

Nuestra irregular y difícil geografía, tipologías socioculturales existentes, fragmentación cultural y social e inequidades económicas, sociales e institucionales, no ha permitido consolidar nuestra identidad cultural y cohesión social. Existen grupos regionales, locales e institucionales que presionan contra la unidad e igualdad comunitaria, pública y nacional. Se requiere un fuerte liderazgo que integre, que cohesione las fuerzas sociales para el cumplimiento de nuestro proyecto nacional y contra la pobreza e inequidades que la causan.

Muchas personas, familias e instituciones del país son como un poste de luz que, halado por todos los lados, no se cae, no se mueve, está inmovilizado. Grupos egoístas y codiciosos quisieran que las instituciones del Estado se contrapongan y neutralicen, para con un gobierno central débil poder ‘pescar en río revuelto’. Gústenos o no, el presidente Correa ha dirigido el barco en una dirección y corregido algunos privilegios. Y debe seguirlo haciendo hasta el último día de su administración. Se ha atrevido a corregir inequidades, lo que otros nunca intentaron. Ha tenido el carácter y la energía, en un país de muchos pequeños dioses egocéntricos. El consenso es válido en la contribución de las partes para el cumplimiento del objetivo nacional e institucional. No lo es cuando se coincide tan solo en cómo repartirse cada uno su ‘troncha’ en beneficio de los intereses particulares y desaparece el objetivo general del bien común. El consenso en ese caso solo responde a intereses mezquinos, egoístas, a la codicia de los participantes.

El liderazgo sin la participación, sin la consulta puede conducir al autoritarismo. El consenso sin el liderazgo conduce a la mediocridad. No se puede obligar a personas de diferentes jerarquías administrativas a consensuar, porque desaparece la autoridad. El líder con autoridad y objetivos nacionales conduce a la unidad, igualdad, justicia y felicidad de todos. (O)

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