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El Telégrafo
César Hermida

Prepararse, no aterrorizarse

26 de septiembre de 2015

Es probable que el Cotopaxi mantenga la situación moderada actual, o que se vuelva leve y su amenaza desaparezca, o que produzca una erupción grave con lahares que bajen por ríos y quebradas. No se puede conocer la probabilidad. Entre los sufridores alarmistas y los optimistas tranquilizadores hay una gama de criterios y actitudes. El pesimista sufre dos veces, en la espera y en el evento, mientras el optimista solo en este último. El papel del optimista suele ser más efectivo porque sus actitudes tranquilizan mientras el sufridor preocupa a los demás. Así como el asustado puede provocar pánico en el colectivo al momento de un problema, un líder sereno puede contribuir a la calma.

En todo caso, ante la probabilidad de una eventualidad grave, todos deben prepararse. Pero como el conocimiento científico de los volcanes, igual que de los terremotos, si bien ha progresado, no tiene posibilidades ciertas de predicción; las reflexiones basadas en la experiencia y la lógica pueden ayudar. Las erupciones del Pichincha y del Tungurahua mantuvieron a la población preocupada por el riesgo de erupciones graves que no se cumplieron.   En el primero se aseguraba que el magma estaba por salir y el hongo gigante concluyó con un largo período de calma que dura hasta hoy.   Por el Tungurahua se llegó a evacuar a toda la población por una amenaza que nunca llegó. Su actividad, entre leve y moderada, se mantiene por más de quince años. El Reventador y el Sangay, los volcanes más activos, por hallarse en zonas despobladas no preocupan tanto si no cuando exageran con vapores y gases.

Si las nieves del Cotopaxi disminuyeron de manera notable en los últimos tiempos, como se ha informado con insistencia, significa que el agua de sus deshielos convertida en lahares con los incandescentes materiales de la erupción no será tan grave como se teme.

Aun los expertos se ubican como alarmistas o tranquilizadores. Los primeros protegen su prestigio en el caso de un evento grave, los segundos, más valientes, arriesgan el mismo en función de mantener la calma. Lo importante es prepararse en todos los niveles, pero manteniendo la serenidad. Las probabilidades parecen similares entre graves y moderadas, pues no se pueden medir.   Como la naturaleza humana es temerosa, el ‘puede ser’ lleva a pensar en lo más grave y no faltan personas empeñadas, sutilmente, en sembrar el miedo y la preocupación, con este y otros motivos, para que ojalá la población se alarme, y se pueda pescar en río revuelto. (O)

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