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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Poder local y descentralización

16 de junio de 2014

Dos categorías que en perspectiva histórica se van convirtiendo en un campo de disputas políticas e ideológicas sobre la memoria social del Ecuador. Bajo el sistema neoliberal, la descentralización afirmaba que el Estado era obeso, sobredimensionado, generaba constantes déficits fiscales que lo hacían ineficiente en la provisión de servicios públicos, por tanto, la cosa pública tenía que ser cosa privada. Recordemos que el propio neoliberalismo se encargó de trastocar, deformar, subvalorar la institucionalidad pública para venderla a sus socios privados, los cuales aparecían como el ejemplo de eficiencia y eficacia.

Entonces, la visión de la descentralización radicaba en que los poderes locales, los ejemplares neoliberales en las pequeñas y medianas ciudades y pueblos, se ‘modernizaran’, vía modelo de liberalización, privatización y reformas de mercado. La actualización de sus patrones de acumulación y control político vendrían de limitar la redistribución de la riqueza, la reducción de la pobreza, el alza de salarios, etc., con lo cual no solamente expoliaban los recursos naturales, sino la condición humana. Esa actualización del poder local reforzó las redes parentales y económicas de las élites locales con los grupos tradicionales oligárquicos y con los emergentes grupos de importadores e intermediarios, entre otros; de tal manera que el poder local se dinamizaba, pero conservaba intacta su estructura de control ideológico en los territorios.

Por el lado discursivo se intensificó la idea de que la descentralización por vía del mercado era la mejor forma de integrar lo local a lo nacional y viceversa; y el resultado final sería una mejor nación: una ‘isla de paz’. Los resultados fueron desastrosos; se fomentó -una vez más- el discurso regionalista-separatista del más rico contra el más pobre. Regionalismo que en sus orígenes se remontaba a las disputas entre hacendados serranos y costeños a fines del siglo XIX por el control del Estado central. Desde 2007 en adelante -mientras ha sido imperiosa la recuperación de la capacidad de administración, regulación del Estado- se ha impulsado la desconcentración y descentralización del mismo; no es una paradoja, sino una visión diferente de la organización social y territorial para la equidad y la justicia. Pero ahora la oposición invoca el viejo discurso del centralismo para afirmar que el Estado quiere controlar lo local, contraviniendo las autonomías. Esto se ha convertido en una disputa ideológica. La derecha ha retomado el discurso de lo local para posicionarse moralmente, hablando de libertades e impuestos. Pero lo que encubre es la estrategia de sostener las redes de poder económico y liberalizar el mercado; donde el pasado de las castas se recubre de rostros nuevos y jóvenes que claman el ‘emprendimiento individualista’, pero eso sí, financiado por los más pobres.

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