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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Pobreza, riqueza y acumulación

30 de julio de 2015

Los mecanismos de difusión del sistema nos muestran a la riqueza y la pobreza como dos cosas naturales de la vida en sociedad. Siempre hubo ricos y pobres, nos dicen, como queriendo significar que esas dos categorías de la vida social existen y seguirán existiendo por los siglos de los siglos, porque son un efecto natural de las relaciones humanas.

Lo que no nos dicen esos medios es que esos fenómenos no existen porque sí, sino que son el resultado de las desigualdades sociales y personales. En cuanto a las primeras, es obvio que ellas son el producto de sistemas de dominación montados por los poderosos para explotar a los más débiles, menos capaces o menos audaces. Esos sistemas de dominación se sostienen sobre la fuerza y la violencia de los poderosos, pero también sobre un tinglado legal que ampara y consagra la explotación de ellos sobre los demás.

En la época colonial existían leyes que consagraban la esclavitud de los negros y que permitían que estos fueran comprados, vendidos y alquilados. Desde entonces y hasta el siglo XX hubo leyes que consagraban el ‘concertaje de indios’, mecanismo que ataba a los trabajadores a una hacienda por medio de una serie interminable de deudas, que el amo inventaba y ellos nunca podían pagar.

Hubo también, en nuestro país y muchos otros de América, ‘leyes contra la vagancia’, que consideraban vaga a cualquier persona que fuera hallada en plazas y caminos, fuera de las haciendas o casas urbanas donde se supone debían servir, y que autorizaban a apresar a estas gentes o llevarlas por la fuerza a trabajar para cualquier propietario.
También hubo leyes que permitían que los peones indígenas, tanto libres como concertados, fueran sometidos al trabajo forzoso de construir caminos u otras obras públicas, sin pagarles nada por su labor. Así se construyeron los caminos y puentes de la época de García Moreno.

El neoliberalismo de décadas pasadas aportó su cuota particular de barbarie empobrecedora: leyes que marginaban a las empleadas domésticas del salario básico general, leyes de ‘tercerización laboral’ creadas para evadir los derechos de los trabajadores fijados en el Código del Trabajo y leyes de ‘promoción de la maquila’, concebidas para proveer trabajadores de bajo salario y sin derechos a las empresas extranjeras que se asentaran en el país.

Es fácil concluir que todas esas leyes, de antes y de ahora, han sido parte del amplio tinglado legal montado para consagrar la explotación de los poderosos sobre los débiles y para enriquecer cada vez más a los ricos y enriquecer cada vez más a los pobres.

Y aquí hay que completarle la plana a don Carlos Marx: en la sociedad humana no solo se acumulan la riqueza, el capital, la cultura; también se acumulan la pobreza, la marginalidad y la ignorancia. Los hijos de los ricos están llamados, inevitablemente, a tener comodidades, buena educación, buena salud y mejor genética. Los hijos de los pobres están condenados a la miseria, la ignorancia, la insalubridad, los peores trabajos e incluso la degradación genética, producida por carencias nutricionales. (O)

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