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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Pico y Placa

12 de noviembre de 2014

Quienes conducen en Quito saben lo desesperante que es, sobre todo en viernes por la tarde. El parque automotor resulta excesivo para sus calles estrechas, y no solamente por el tamaño, sino porque el factor humano entorpece la fluidez del tránsito. Pues quienes conducen en Quito con buena voluntad saben que la mala voluntad ajena puede llegar a poner enferma a cualquier psique medianamente sana.

Cuando hace algunos años se implantó la medida del Pico y Placa para brindar fluidez al tránsito, hubo -cómo no- voces en contra. Llovían argumentos muy sesudos, aparentemente razonables y bastante lógicos, pero que en el fondo no hablaban sino de la renuencia que tenemos los seres humanos a incomodarnos un poco o a ver afectada nuestra conveniencia en algún aspecto de la vida.

Y así miramos los inteligentísimos destellos de aquello que llamamos ‘viveza criolla’: la gente pudiente, como si nada, sacó sus billeteras, sus chequeras, sus tarjetas y cualquier otro medio, y se compró otro auto para circular por las calles todos los días de la semana. Triste cosa, pues se trataba de aligerar las congestiones, no de incrementarlas. Vimos entonces ese rasgo de la naturaleza humana de ciertos grupos sociales que se pasan por el forro cualquier preocupación por contribuir al bien común. También algunas empresas hicieron aquello que se llama su ‘agosto’, pues tenían programas de alquiler de vehículos para los días de Pico y Placa.

Sin embargo, parecería ser que el tránsito se aligeró hasta cierto punto a las horas en que el Pico y Placa estaba vigente. A la gente de buena voluntad a veces le ganaba el olvido o la distracción y entonces podía tener alguna circunstancia complicada.

No se puede decir que el Pico y Placa haya sido la panacea, pero ahora hay propuestas de flexibilización que nos dejan pensando en qué es lo que realmente quieren las actuales autoridades de la ciudad. Circula cada vez con más fuerza la propuesta de que un auto que transporte más de tres personas podrá hacerlo, aunque su placa termine en un número restringido. Entonces habrá que preguntar a dos vecinas si quieren salir a pasear para recorrer centros comerciales o a dar una vuelta en tarde de Pico y Placa. Tal vez solo nos queda, a los ciudadanos más conscientes, mantener la costumbre del Pico y Placa, más allá de los intentos municipales por simpatizar con aquellos a quienes la búsqueda del bien común de los habitantes de la ciudad solamente los conduce a buscar cómo medrar a través de la trampa.

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