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El Telégrafo

Oposiciones

12 de abril de 2011

Oponerse cerradamente a todo lo que haga el oficialismo no es la función de las oposiciones políticas. Al menos no lo es según el credo republicano que muchas oposiciones actuales en América Latina dicen sostener.

Raro argumento es  el que usan las oposiciones en algunos de nuestros países: algo como “nos comportamos de manera cerrada y dogmática, porque entendemos que el Gobierno se comporta de manera cerrada y dogmática”.

De modo que la atribución unilateral que estos sectores hacen hacia políticas de gobiernos que han sido elegidos por amplia mayoría democrática, les permite comportarse de manera ciega, dogmática y cerrada, y hacerlo de manera permanente. La consigna es oponerse siempre a todo, aun a lo que notoriamente favorece a un país o a sus sectores populares. La consecuencia de este comportamiento cercano al absurdo es bastante obvia: estas oposiciones no aparecen como serias y confiables. Aquellos que se oponen a medidas gubernamentales antes de que ellas ocurran y sin importar cuáles fueran, naturalmente no resultan aceptables para la mayoría de los electores.

Pero, además, es curiosa la idea de que exista algo como “la” oposición. Los gobiernos que logran amplio apoyo popular en la región, motivan un rechazo tan grande por parte de los poderes establecidos, que estos se unen como por arte de magia. Pero se unen solo para hablar mal del Gobierno. Carecen de toda unidad programática, ideológica u organizativa. Son la heterogeneidad en estado puro, una bolsa de gatos inaudita. Sin embargo, pretenden aparecer como si fueran una unidad. Conforman un indigesto conglomerado de izquierdas (supuestas) y derechas (comprobadas). Jamás podrían sostenerse juntos, nunca serían gobierno en común. Solo han podido ganarle a Hugo Chávez en algún referéndum, todos mezclados; cuando han ido a elecciones partidarias en serio y cada partido ha tenido que poner su exclusivo acopio, ninguno ha estado cerca de ganar.

Así se pueden unir para votar una consulta, por ejemplo, pero no pueden hacerlo en Argentina donde hay elecciones; y su interminable saga de idas y vueltas en el país sureño muestra que se trata de “oposiciones” heteróclitas y diferentes; y para nada de una única “oposición”, para  la cual se requiere de una coherencia que un conglomerado que se define por estar solo contra un gobierno de ninguna manera puede sostener.

(*)Universidad Nacional de Cuyo (Argentina), profesor en posgrados de diferentes países latinoamericanos.

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